—Lástima que la lluvia comenzó.
Los jardines de este lugar son asombrosos, la tranquilidad y el olor de los árboles no puedo apreciarlos en Seattle. La puesta de sol y la lluvia nos hicieron darnos cuenta las horas que invertimos en nuestra plática. Me he podido dar cuenta que Max es muy reservado con las personas, sus ideas no las comparte mucho por miedo a la crítica. Una persona que puede vivir encerrada y en soledad toda su vida podría anhelar la libertad más que ninguna otra y su manera de expresarlo es mostrándose de una manera relajada.
La habitación a la que llegamos es más pequeña a diferencia de la anterior. Max pidió que encendieran la chimenea para aumentar la temperatura, el calor que emana es suficiente para hacer cálida la habitación. Los sillones anticuados de con mármol ven hacia la chimenea y a un lado de ellos hay una mesa con un ajedrez listo para jugar, mientras que en frente de la ventana hay un piano de cola que parece ser del siglo XIX.
—Todavía es muy pronto para irnos a descansar ¿Qué podríamos hacer? —Pregunta Sam, y sinceramente considero que sería una pena que terminara así el excelente día que estábamos teniendo.
—Bueno —Max revisa la habitación hasta que vuelve sus ojos a los míos. —Alex, ¿Juegas ajedrez?
No puedo evitar sonreírle de manera retadora. El ajedrez es el mejor deporte que práctico desde hace años. A diferencia de lo que muchas personas piensan, me distrae del mundo cuando el estrés me consume.
—Nadie ha podido ganarme.
—Soy testigo de eso, Max. —Sam me respalda mientras toma asiento en uno de los sillones. —Es muy talentosa.
Max me mira sorprendido, como si no lo creyera y para mi sorpresa también me regala una sonrisa retadora.
—Bueno, la cuestión es que... a mí tampoco me ha ganado nadie.
Su respuesta ha creado un ambiente de diversión. La adrenalina sube por mis venas como si estuviéramos en un juego de póquer.
—Solo porque no hay otra persona de lo contrario apostaría por Max.
Sus palabras provocan que la observe repentinamente. Mi rostro retador intenta burlarse de ella.
— ¿En serio? —Creí que apostaría a mi favor después de haberme apoyado hace apenas unos segundos.
—Lo siento, amiga. —Se coloca al lado de Max y apoya su cabeza sobre su brazo. —Pero su trabajo lo obliga a ser un estratega por naturaleza.
Los retos me gustan mucho y por ello voy a intentar ganar para que se retracte de sus palabras, entonces la obligaré a que me dé la razón.
—Entonces, te propongo una apuesta. —No puedo negarme a hacerlo, sólo espero que él la acepte. Me observa por unos segundos, pensando si debería o no aceptarla pero a decir verdad, él tiene que preocuparse más que yo porque puede perder mucho.
Se acerca más a mí, intenta intimidarme con su estatura pero no me dejo encoger, al contrario, elevo mi mentón de manera segura para demostrarle que no le temo a un "estratega por naturaleza". El juego de miradas que iniciamos cuando nos conocimos lo continuamos en el jardín y parece ser que seguirá en nuestra partida. Nuestra cercanía me permite observar con mayor claridad sus ojos marrones, a decir verdad, me gusta observarlos.
—De acuerdo. —Me acerca su mano para acordar nuestra apuesta, mis ojos se concentran en mi mano con la intención de estrecharlas pero me toma desprevenida cuando la sujeta suavemente y la lleva hasta sus labios para otorgarles un beso. Mi piel se eriza con su acto y logran sentir su suspiro cuando se aleja poco a poco. No puedo negarlo, su acción me ha encantado por completo. —La persona que pierda, le deberá un favor al ganador.
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The Crown
Historical FictionYo no quería una corona, una que implicaba muchos cambios y mucho sacrificio en mi vida. Esa corona no me hizo tan infeliz cuando estaba con el amor de mi vida, pero cuando regresaba a la realidad, todo era una pesadilla y a cada segundo, desde que...