Capítulo 27: Buenos días, esposa

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Solo hemos dormido una hora. Ha sido una noche maravillosa y no me importa lo que esté pasando afuera de estas cuatro paredes, lo que me importa es que soy feliz teniendo a mi nuevo esposo a mi lado.

Estamos acurrucados el uno con el otro entre las sábanas de la cama y con el calor del cuerpo del otro nos calentamos. Sujeto su rostro entre las manos y con mis dedos lo acarició delicadamente, él me sujeta para que no me retire de su regazo. Sus manos viajan por mi espalda desnuda hasta jugar con el cabello que cae sobre ella.

No hemos dejado de soñar con el otro una vez que nos dormimos y ahora que estamos despiertos no dejamos de mirarnos a los ojos. Era este momento lo que ambos necesitábamos con mucha desesperación, necesitábamos felicidad.

-Soñaba despertar así contigo... a mi lado. -Sus ojos brillan entre la luz de las velas que siguen vivas y su piel es el refugio de la mía. -Sabes, cuando seamos mayores, le podremos decir a nuestros nietos lo felices que éramos en estos momentos.

Con nuestros rostros tan cerca, sentimos la respiración del otro golpearnos la piel. Gracias a mi posición, puedo unirme a él para darle un beso en la frente, acariciar le su suaves cabellos. Él me llena mi cuello con delicados besos y a su vez le permiten oler la loción de mi cabello.

-Pero para la familia todavía hay tiempo. -Le contesto y pego más mi pecho al suyo. -Primero disfrutemos de nosotros.

-Eso no te lo voy a negar.

Su rostro vuelve a ser visible para mí y entre nuestras risas que inundan la habitación, nuestros labios se vuelven a unir. Estamos tan concentrados en el otro que no somos capaces de percatarnos del ruido que hace la puerta cuando se abre.

-Su Majestad Imperial, ya es hora de... -Escuché la voz de un hombre en la habitación y de manera instantánea reaccionó para no moverme y cubrir mi cuerpo con el de Max gracias a que mi espalda da hacia la puerta. Max envuelve mi cuerpo con sus brazos para que no me mueva y yo entierro mi rostro en su cuello por el momento tan vergonzoso en el que nos hemos encontrado. -Sus Majestades... Pensamos que... Seguían dormidos. Disculpen.

Escucho el ruido de la puerta cerrarse y no puedo evitar reírme del momento que acabamos de pasar. Max hace que lo vea a la cara y empieza a reírse junto conmigo. Tengo que voltear para asegurar me que la puerta se encuentra bien cerrada y cuando lo compruebo siento un gran alivio.

-Lo lamento. -Max me abraza y me lleva junto a él al colchón, en el que nos envolvemos entre las sábanas seda y nos acurrucamos en el cuerpo del otro. -Pero nuestra intimidad va a desaparecer a partir de ahora.

Junto su mano con la mía y la envuelvo delicadamente, pienso en lo que podrían pensar ellos, aunque la verdad, se me hace gracioso.

Junto su mano con la mía y la envuelvo delicadamente, pienso en lo que podrían pensar ellos, aunque la verdad, se me hace gracioso

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-Pero no crees que es tonto que piensen que estábamos dormidos cuando era nuestra noche de bodas.

Se ríe ante mi teoría y mientras deja un rastro de besos desde mi hombro desnudo hasta mi cuello me responde.

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