Era fría,
tanto que quemaba;
Estaba rota,
tanto que si te acercabas,
te cortaba.
Ya no lloraba,
pero tampoco sonreía;
Vagaba por el mundo,
bucando un cuerpo con el que entrar en calor,
del que recibir cariño,
aunque solo fuera a ratos.
Ella era una mariposa a la que le habían arrancado las alas,
un pájaro enjaulado
que buscaba, sin cesar,
su libertad.
Salía por las noches,
y al día siguiente,
no se acordaba de nada.
Bebía demasiado,
fumaba afortunado,
uno tras otro,
y otro más.
Se mataba a sí misma,
para no acabar con los de su alrededor.
Era solitaria,
pero le gustaba estar rodeada de gente,
de su gente.
Se había caído mil veces,
mil una se había levantado,
pero sus fuerzas se habían consumido.
Ya no quedaba rastro de lo que había sido,
nadie,
ni siquiera ella,
sabía en lo que se iba a convertir.
Había dejado de lado la droga dura,
ahora era adicta a su sonrisa,
a los amaneceres a su lado,
a los crepúsculos en su cama.
Buscaba razones para ser feliz,
y muy a mi pesar,
no encontró ninguna.
Sucumbió al tiempo,
a la mala fama,
a las noches de vodka y verde.
Pobre loba solitaria,
herida por la mano que le dio de comer.
Se había perdido,
quizás no para siempre,
quizás para no volver jamás.
ESTÁS LEYENDO
Poesía y pipas
PoetryBienvenidos a lo más profundo de la jaula de grillos que es mi mente. Pasen y vean, soy un todo un desastre.