Llegados aquí

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Y llegas a ese punto en el que te alejas de todos por miedo a hacerles daño, porque eres una puta granada que va a explotar de un momento a otro y va a arrasar con todo lo que esté a su alrededor. Prefieres estar solo que rodeado de mucha gente, porque sabes que vas a cagarla nada más que abras la boca. Que ni mil litros del mejor vodka te hacen olvidarte de quién eres, que ni ochocientos verdes te hacen sentir bien, que solo sonríes para que la gente no te pregunte si realmente estás bien, porque qué cojones, acabas cansándote de dar siempre la misma respuesta, esos "no me pasa nada, sólo estoy algo cansado" acompañados de la más falsa de tus sonrisas para no preocupar a los que te importan, porque no sabes qué es lo que te pasa, qué es lo que te hace caer y seguir callendo, qué es lo que te está matando poco a poco. Y llegas a ese punto en el que empezar de cero, lejos de todo, suena tan apetecible como cuando un suicida llega al puente más alto de la ciudad. Lo jodido es saber que todo estaría mejor sin ti, sin tus mierdas, sin tus problemas, porque realmente tú eres el problema, ¿no? Por lo menos así es cómo lo ves. Huir, sólo quieres huir, a pesar de saber que es de cobardes, que nada mejorará por mucho que te vayas, porque tú vas contigo mismo, no puedes dejarte por el camino, y es que tú no vas a cambiar, no puedes cambiar.

Llegados a ese punto sólo tienes dos opciones: o sigues ahí, sonriendo falsamente y ocultando tus heridas, o te dejas llevar por lo poco bueno que te queda. Eres tú el que decide, y nunca una decisión había sido tan difícil, nunca nada te había costado tanto, hasta ahora.

Poesía y pipasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora