Nunca he sabido cómo hacerte ver lo mucho que te quería, lo importante que has sido para mí.
No consigo olvidar las tardes contando tus lunares, acariciando tus clavículas y perdiéndome en lo más profundo de la inmensidad de tus pupilas.
Tampoco todo lo que dijimos, y todo aquello que nos hemos dejado por decir.
Me faltó tiempo y me sobraron ganas.
Aún siento tus labios pasando de mi boca a mi cuello, para subir a mi oreja y hacer que todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo se convulsionasen de placer.
Te vas y vuelves, como la lluvia en enero, dejando tras de ti un sendero que no me atrevo a cruzar por miedo a perderme todavía más.
Me rompiste tanto, dejaste tal vacío dentro de mí, que sólo me siento plenamente yo cuando te veo aparecer por cualquier esquina, me sonríes y me vuelves a coger en brazos, como si nada hubiese pasado, como si todo lo ocurrido hubiese sido sólo una pesadilla interminable.
Recuerdo despertarme encima de tu cuerpo único, nuestras respiraciones acompasadas y tú dormido con esa sonrisa de niño pequeño que me robó el alma hace tanto tiempo.
Ojalá hubiese podido parar el tiempo cada vez que estábamos juntos y poder seguir hoy a tu lado.
Ojalá alguien te hable de mí y te mientan diciéndote que ahora estoy bien, que vuelvo a ser quien era, que me han visto por la calle y llevaba puesta mi mejor sonrisa, y que ésta ya no era por ti.
Ojalá te acuerdes de mí en la noche más fría de este puto invierno y te des cuenta de todo lo que di y habría dado una y mil veces por ti.
Y al final, como siempre, llega la lluvia y se lo lleva todo.
Pero yo me quedo aquí, en un punto sin retorno y sin salida, en la encrucijada de tu ombligo, sin saber cómo salir de aquí.
Te necesito, y no estás.
Y el café sabe más amargo, las noches se hacen más largas, los días más tristes y el tiempo pasa como un sin sentido.
Y no estás.
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Poesía y pipas
PuisiBienvenidos a lo más profundo de la jaula de grillos que es mi mente. Pasen y vean, soy un todo un desastre.