lobos y precipicios

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Imagina que estás al borde de un precipicio, si das un paso adelante, caes; entonces te giras, para salir corriendo y alejarte del abismo, pero no puedes, del otro lado hay una manada de lobos hambrientos que aumenta poco a poco en número. No tienes escapatoria. Estás completamente acorralado, completamente acabado, completamente muerto. ¿Alguna vez habéis sentido esa sensación? Los lobos te acorralan, se aproximan a ti salivando, enseñándote sus afilados colmillos con los que seguramente te desgarrarán. Uno salta hacia ti, tú lo esquivas y resbalas, casi te caes por el precipicio, pero mantienes el equilibrio. Otro salta, te da de lleno, te empuja al abismo. Ya está, no más sufrimiento, todo ha acabado, piensas, pero no es así, al caer, descubres que hay un río al fondo del abismo, un río muy turbio, muy embravecido. Intentas nadar en contra de la corriente, pero el agua puede contigo, así que terminas por dejarte llevar, tarde o temprano esto tiene que terminar, pero no, nunca termina. Las rocas del río te rasguñan las piernas, el pecho, la cabeza, absolutamente entero, no hay un sitio de tu cuerpo que no tenga una magulladura proporcionada por este reto al que vamos a llamar vida. Por fin, logras salir del agua, te encuentras en un tranquilo y bonito prado lleno de flores y árboles, te tiras en la hierba y miras el cielo, después de la tormenta siempre llega la calma, siempre sale el sol, no, no siempre es así. Los lobos vuelven a encontrarte, y esta vez ya no tratas de esquivarlos, estás demasiado cansado como para pelear por tu vida, como para intentar dar algo por ti, así que, te dejas ir, porque es más fácil. Todo se vuelve más oscuro que de costumbre, los golpes dejan de doler porque ya ha habido demasiados. Ya no te intentas poner de pie, porque para qué, si todo va a ser igual, la misma lucha de siempre. Ya no luchas, no quieres luchar, no merece la pena. Ya no eres fuerte, ya no eres feliz, ya no eres , ya no eres nadie.

Poesía y pipasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora