desde la azotea más alta de la ciudad

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Te echo de menos, lo reconozco.

Dejo mi orgullo de lado y lo reconozco.

Te quiero, quizás como nunca quise a nadie,

quizás como debería haberme querido a mí.

Me ahogo, y nadie es capaz de salvarme,

nadie quiere salvarme.

Sólo sonrío si hace falta, si es indispensable para que nadie se de cuenta de que dentro de mi ya no queda nada, de que estoy completamente rota, completamente vacía.

No volveré a caer en ti, me repito una y otra vez, sabiendo que si vuelves, tropezaría contigo una y otra vez, hasta quedarme seca, hasta romper la piedra, hasta dejar de sentir, hasta rabiar de dolor y placer, hasta hacer que te quieras y dejar de quererte, hasta volver a quererme.

No sé si este miedo es por el vértigo que siento al encontrarme en la azotea más alta de la ciudad, a punto de saltar y sin tu locura para abrazarme, o por perderte.

Vuelve.

Poesía y pipasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora