El ministro Hoshigaki fue por su esposo al salón de las flores, mientras le daba vueltas una y otra vez a las palabras del emperador sobre la lealtad del Uchiha. No intercambió palabras con la monarca a pesar de su insistencia, ya que ni siquiera pudo colocar entre ceja y ceja el hecho de que nunca sería la prioridad de Itachi, nunca.
Dejó a Tsunade y a Shizune junto a Konan después de lanzarles una mirada rápida, diciendo sin palabras, que necesitaba privacidad con su esposo. Ya era hora de limar esas incandescentes asperezas con Itachi, suficiente tuvo con la incertidumbre de su posible muerte durante el viaje como para guardarse más tiempo lo que sentía.
—Sígueme —ordenó el ministro.
Los pasos calmados a través de los pasillos del palacio avisaban que no se trataba de una situación aguda, como Itachi sentía, sino más bien de la intensa necesidad que tenía Hoshigaki por acabar con todo eso.
—Mi señor, ¿a dónde vamos? —preguntó cuando salieron del palacio. después de varios minutos de caminata habían abandonado el campo de práctica, llegando a una zona casi desierta y árida.
—¿Recuerdas este lugar? —preguntó el varón, señalando el gran árbol que daba sombra a tres asientos de madera.
—Aquí nos conocimos —dijo el moreno, llevando su vista a la silla que ocupó Kisame aquella vez—. Yo, como un criminal, y tú el verdugo que ejecutaría mi sentencia.
Hoshigaki lo recordó con ojos cerrados, mientras la voz grave de Itachi entraba a su sistema narrando ese día tan especial. Su voz sonaba diferente a la de aquella vez.
—Entonces pensé que ese criminal, tras los golpes, la sangre seca y el mugre podía tener un rostro precioso —expresó Kisame—. Casi enloquezco. Me casaría en unos días y un criminal me había cautivado. Cuando supe que eras mi prometido no pude estar más feliz, fue una gran sorpresa.
Itachi sonrió, cubriéndose los labios con los dedos. Las palabras de Kisame eran elocuentes y tranquilas. Recordando esos días el pecho se le sobresaltaba de una forma agradable, sus pulmones se llenaban de un aire tibio y todo se sentía pacifico.
—¿Crees que fue amor a primera vista? —preguntó Uchiha, atreviéndose a tomar la mano del ministro—. Yo me congelé cuando te vi, no imaginé que serías tan alto.
—Lo siento —dijo Kisame, devolviendo su vista a los ojos negros de Itachi, que acaparaban todo el brillo del cielo, él lo miraba con duda ante la disculpa y el ministro continuó—: yo no debí hacerte daño. No debí golpearte antes cuando retaste a Kakuzu y definitivamente no debí cortar tu cabello, mi deber es protegerte... no hacerte daño. Te fallé.
Lo tomó por sorpresa aquello. Esa disculpa, la sinceridad en sus palabras, el tacto cálido sobre su mejilla. Kisame parecía otra persona, completamente vulnerable, sincero y sobre todo humano.
—No tienes porque disculparte, Kisame.
—No supe reaccionar cuando te vi agonizando. Justo después de ver esa roca destrozando el carruaje, toda mi vista se tiñó de carmesí y me volví loco —dijo, pesando cada una de las palabras—. No quería que nuestra última conversación fuera una pelea, que todo lo que siento por ti terminara de esa forma. Estaba asustado —confesó finalmente—. Como hombre, se me prohibió sentir algo, los sentimientos son cosa de donceles y mujeres. No para mí, pero ahora no puedo ahogar lo que siento.
Las nubes atravesaron el cielo, todo parecía mantener el silencio que el universo les otorgaba. Kisame tenía que ser sincero, por primera vez en su vida se vería en la obligación de dejar aflorar aquello que lo enloqueció. Uchiha no hizo nada más que sostener su mirada en la contraria y mantenerse atento a las palabras que soltaba su esposo.
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Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊
ФанфикшнUn doncel que se vendió por la paz de dos naciones. Un religioso que se niega a perder su fe. Un don nadie que vive entre lujos. Lo único que tienen en común es que coexisten en lo mítica torre roja, el palacio de gobierno de Akatsuki. Deidara anhel...
