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Un fuerte temblor hizo a la torre roja sacudirse, todos subieron la guardia.

El Consejo quedó en completo silencio durante los breves segundos que la tierra sacudió los cimientos del palacio.

El fuerte sonido de un rayo cayendo hizo gritar a todas las mujeres dentro del salón de las rosas, y después una lluvia torrencial cubrió toda la ciudad.

—Ayuda... —pidió por última vez Hidan.

Itachi y Deidara se tomaron de la mano, dándose un apoyó mutuo entre el bullicio y la masa de mujeres y donceles nerviosos

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Itachi y Deidara se tomaron de la mano, dándose un apoyó mutuo entre el bullicio y la masa de mujeres y donceles nerviosos.

—¿Qué fue eso? —preguntó Deidara.

La puerta se abrió de par en par y los ministros entraron a procurar el bien de sus cónyuges.

Sasori entró corriendo y tomó al rubio de la mano, en un silencio tenebroso e irrespetuoso. Sin mediar palabra con la monarca o alguien más, se retiró del salón de las rosas. Corrieron hacia los dominios del ministro.

—¡Hidan! —gritó el pelirrojo, buscando al joven religioso una vez entró al lugar.

El rubio no tenía idea de qué pasaba y cuál era la desesperación de su amo por encontrar a Hidan.

Sasori fue directamente a la habitación del albino encontrándolo tumbado en el suelo, con sus ojos cerrados y el rostro convertido en puro dolor. Lo llevaron al futon y Sasori lo comenzó a examinar.

—Deidara, tráeme la caja blanca que que está en el tercer estante —le indicó.

Comenzó a palpar el vientre tenso en busca de la criatura que yacía al interior del religioso, ya que se había percatado que Hidan estaba muriendo, intentaría salvar a una de las dos vidas. Mientras él examinaba, el doncel agonizaba por el dolor, y balbuceaba oraciones en un idioma antiguo e indescifrable.

Deidara llegó y le entregó la caja Blanca, de ella sacó un bisturí, para abrir el vientre de Hidan en una línea horizontal y  hacer su deber.

Deidara llegó y le entregó la caja Blanca, de ella sacó un bisturí, para abrir el vientre de Hidan en una línea horizontal y  hacer su deber

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—¿Estás bien, Itachi? —Kisame corrió a los brazos de su esposo.

—Sí, mi señor. ¿Y usted?

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora