LIII

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El sol despuntó en lo más alto mientras Shisui cabalgaba con Itachi y Sasori. El Uchiha agradeció que el terreno fuera llano porque, a su parecer, su primo cabalgaba como un demente.

—¡Shisui! Vas a matarnos, idiota —le dijo Itachi, sosteniendo con fuerza el cuerpo del ministro.

—¡Já! No hables mucho, puedes morderte la lengua.

Unos minutos más de cabalgata para llegar al pequeño y pacifico pueblo. Muchos de sus habitantes ya reconocían a Shisui, parecía tener una buena relación con todos. ¿Ellos sabrían que él «pertenecía» a la hermandad? Los primos no llevaban máscara pero sus uniformes podían delatarlos.

—Cabalgas como un demente —afirmó Itachi, irritado, bajando del animal.

—Cabalgo como me gusta que me cabalguen —respondió, tirando del caballo, soltando una carcajada sonora ante las mejillas rojas de su primo.

—¿Qué? ¡Tonto! No es momento para tus bromas —llevaba a Sasori en su espalda, inconsciente, y Shisui no hacía amago por relevarle el peso.

—¿Lo entendiste? Pensé que eras un poco más inocente —volvió a reír sonoramente cuando el entrecejo de Itachi se corrugó por la burla—. Ah... hace tiempo no me reía de esta forma. Vivir trabajando en ese lugar ya me estaba volviendo loco.

El menor le dedicó una sonrisa suave y una mirada compasiva, sí que tenía que ser fuerte aquello, eso explicaba su anterior forma de actuar, donde era directo y rustico; Shisui no podía darse el lujo de tratarlos como bebés, ellos eran hombres, así era el ejército. Itachi se reprochó haberlo olvidado y desconfiar de Shisui en lo más profundo de su mente, ya que había llegado a pensar que realmente estaba trabajando para la hermandad.

Shisui canturreaba una risa alegre mientras sacaba la llave que colgaba tras su camisa, se detuvo para atar el caballo bajo la sombra de un árbol, a unos pocos metros se distinguía una casa pequeña y modesta, como cualquier otra.

—Itachi, esta es mi casa —dijo, inflando el pecho con orgullo.

—Es horrenda. Entremos —lo cortó con una risilla burlona.

Poco a poco sentía florecer esa confianza que se tenían uno al otro. Se sentía en su hogar solo de tenerlo cerca, aquel sentimiento complejo era recíproco. Los dos morenos pasaron tiempos terribles en su adolescencia que no afectaron en la más mínimo la conexión que tenían, ahora no sería la diferencia, por más que las circunstancias los cambiaran.

Shisui abrió la puerta e instantáneamente supo que algo estaba fuera de lugar. Se colocó la máscara, indicándole a Itachi que hiciera lo mismo. Dejó que el menor aguardara en la puerta, sacó una daga y comenzó a caminar en pasos lentos hacia el interior, percibiendo cada pequeña cosa del entorno. Alguien estuvo ahí. Temía que fuera una emboscada de la hermandad, cualquier cosa pudo perjudicarlos, sacar a Sasori fue demasiado fácil.

Escuchó sollozos suaves al final del pasillo. Los pasos silenciosos recorrían el lugar, al llegar al pasillo dio con lo que buscaba; con la espalda encorvada pegada a la pared, sentado sobre el suelo, empuñando un pequeño cuchillo de cocina, estaba su papá. Los rizos temblaban, gimoteaba y su histeria se intensificaba, temía que esa figura armada y enmascarada fuera a arrebatarle la vida.

—Es...estoy armado ¡por favor vete! —alcanzó a decir el doncel, apuntando el acero hacia Shisui.

Kagami no podía siquiera controlar su pulso, Shisui sabía que era una persona nerviosa, suponía que la reciente noticia de su supuesto fallecimiento junto a lo que sea que hubiera llevado a su padre a transportarlo a ese lugar tan lejano a la capital, era un shock muy grande para el Uchiha, ¿cómo fue que se dejó convencer para llevar a cabo ese plan? El varón suspiró con pesadez y guardó el arma; lentamente alzó sus manos para quitar la máscara de su rostro.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora