XXIX

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Kisame se sentía extraño sentado en una mesa rodeado de Uchihas, y que su cabeza siguiera pegada a su cuerpo. Pero suponía que eran las ventajas del matrimonio.

Shisui había llegado junto a sus padres y sin su esposa porque ésta continuaba descansando en casa. El padre de Shisui era la mano derecha del emperador, el ministro Tobirama Senju, y su esposo, el hermano menor de Madara y Fugaku, Kagami Uchiha, un hermoso doncel de cabello rizado. También hicieron acto de presencia el general del ejército Madara y el mismisímo emperador, Hashirama.

Era algo intimidante para Kisame porque era Itachi el único con el que había llevado una buena comunicación desde el principio. Los que no eran completos desconocidos, es porque había sido sus enemigos en viejas batallas, por lo que las miradas incomodas que volaban de un lado a otro no faltaban.

Antes de la cena, Kisame entabló una amena conversación política con Hashirama, Tobirama, Shisui, Fugaku y Madara, mientras los donceles y las mujeres tenían una conversación tranquila en otra habitación, lejos de los asuntos de hombres, como solía expresar Fugaku.

—¡Tienes que contarme todo! —exclamó Kagami —. He escuchado muchas cosas aterradoras de Akatsuki, debes decirnos la verdad.

—Calma, calma —pidió Mikoto, conteniendo a su cuñado.

Itachi rio bajito y empezó.

—Haku, ve por la maleta blanca en mi cuarto y tráela —el doncel se levantó en el acto y pel comenzó—. No es nada del otro mundo, como cualquier sitio, hay cosas que están mal pero en general, todo es compensado por Kisame. Es un gran marido, el mejor que pude desear.

El sonrojo en las mejillas de Mikoto y Kagami al imaginarse a qué se refería Itachi no faltó, sacándole una risilla traviesa. Haku llegó con la maleta y en ella había varios kimonos hechos para su madre, su tío Kagami y claro, Izumi, la esposa de su primo.

—Están hermosos estos kimonos, Itachi, gracias —dijo su madre, encantada con la calidad de la tela.

Kagami sacaba un kimono tras otro, enamorándose de cada uno, así como de los prendedores de cabello y la hermosa joyería. Gran parte de los accesorios fueron regalos de su boda que él pensó que no necesitaría porque realmente no le gustaba. 

—Kisame debe tener mucho dinero para pagar todo eso —dijo una voz masculina en el umbral de la puerta, era Shisui.

—No seas mal educado, niño, tu primo trajo esto para mi desde aquellas tierras lejanas —fingió un tono dramático, ganándose una mirada reprobatoria de parte de Mikoto, no todo era para él —. Quise decir, para nosotros —Kagami extendió su mano hacia Itachi y acarició su mejilla.

Shisui sonrió y le dio un beso a su padre.

—No seas avaro, viejo —hizo espacio para sentarse y se posó al lado de Itachi, pasando su brazo sobre los hombros del doncel —. ¿Qué trajiste para mí?

Revolvió con tranquilidad el sedoso cabello negro, recordando los viejos tiempos, cuando solía hacer eso o detener el andar de Itachi colocando los dedos en su frente.

—Nada. Esperaba que me recibieras con un obsequio —Itachi le devolvió una sonrisa cómplice, palmeando el muslo del mayor. Haku observó, alzó una ceja y guardó silencio.

—Quizá tengo algo para ti —con su dedo índice tocó la punta de la nariz de su primo—. Pero no lo sabremos sino salimos de aquí.

—¡Alto ahí, jovencito! —exclamó Mikoto halando a su hijo, separandolo con algo de brusquedad de los brazos de Shisui—. No te llevarás a Itachi a ningún lado, él quiere pasar tiempo con su madre.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora