XI

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Itachi se removió entre las sábanas, hasta que finalmente comenzó a abrir los ojos. La luz del que entraba por la ventana terminó por despabilarlo.

El lecho que había compartido la noche anterior estaba vacío. Kisame se había ido.

Se levantó y organizó el futon. Se vistió con una yukata y fue al baño. Se sentía un poco solo... quizá, vacío.

Se dio un baño y no pudo ignorar el dolor punzante que tenía en la espalda baja. Cerró sus ojos y rememoró la noche anterior y como consumó su matrimonio con el ministro. El rubor carmesí no pudo evitar subir a sus mejillas.

Estuvo listo y comenzó a calzarse el kimono. Le dieron un pequeño toque a la puerta.

—¿Quién es?

—Mi señor, su desayuno.

Dejó que pasara, encontrándose con un rostro particularmente hermoso. Se trataba de Haku, el que era sirviente de Kakuzu.

—Mi señor, mi nombre es Haku, desde el día de hoy seré su sirviente. Vengo de parte del amo Kakuzu como parte de su regalo de bodas.

—Está bien, gracias por el desayuno.

Comió en silencio. Contemplando las copas de los árboles que se mecían, a través de la ventana.

—Haku.

—Sí, señor.

—Llévame al jardín.

Los dos morenos caminaron hasta el enorme jardín para que Itachi apreciara de primera mano el hermoso paisaje que los rodeaba.

—¿Dónde está el ministro?

—Mi señor, los ministros se encuentran actualmente en un consejo de rutina.

—¿Dónde se reúnen las damas?

Haku lo guió a través de la torre. Subieron algunos pisos hasta llegar a una puerta blanca que tenía una rosa lila pintada sobre ella. El sirviente abrió la puerta, haciendo una pequeña reverencia e Itachi entró, llevándose todas las miradas hacia él.

«Las damas», pensó Itachi, sin cambiar el rostro neutro que llevaba.

El salón estaba repleto de mujeres y donceles que eran esposas de los consejeros y ministros. Se reunían ahí para perder el tiempo mientras sus maridos sí hacían cosas importantes.

Tomó asiento en el borde del salón, lo más alejado que podía estar, y Haku permaneció de pie junto a él.

Haku también era un doncel, pero era de cuna pobre, por lo que lo único que le había dado la posibilidad de llegar hasta ahí era su hermoso rostro. Tan delicado y angelical como el de una joven mujer, enmarcado por un cabello negro y sus ojos del mismo color que evocaban suspiros de todos los que se encontrarán con ellos. Sumado a su carácter obediente y dócil, pero firme.

Era el regalo perfecto para Itachi, Kakuzu lo dedujo rápidamente en la corta interacción que tuvieron en la recepción de la boda, por eso lo había enviado.

El salón sucumbió en un profundo silencio cuando la emperatriz Konan entró. No había tenido la oportunidad de verla el día anterior, en la recepción, ni siquiera al emperador. Fue Kisame quien le dijo que la pareja real había asistido a la ceremonia pero se retiraron justo al terminar, pues el emperador no se sentía bien.

Ella se sentó en el centro del salón, siendo atendida y alabada por los demás. Notó que buscaba a alguien con su mirada, esperaba no ser él, no sabría qué decirle.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora