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La mañana era fresca. El sol era radiante y la brisa fría, aquel olor permanente a primavera era algo que Itachi había extrañado mucho. Se despertó y consiguió el otro lado del futon vacío. Después de unos minutos, Haku entró, con un vaso de agua y la ropa limpia que debía vestir.

—Buenos días, mi señor.

Itachi estaba procesando el hecho que había despertado en casa, podría jurar que su tortuoso viaje a Akatsuki y su matrimonio habían sido parte de un largo sueño. De no ser por su sirviente, no estaría en la realidad. Cuando estuvo listo salió de la habitación encontrándose con un extravagante desayuno sobre la mesa.

—Buenos días, hijo —Mikoto le dio un beso en la mejilla, él sonrió —. Haku se levantó temprano y me ayudó mucho en la cocina, pídele que desayune con nosotros. Igual al otro, el que lleva la cara vendada.

—No sé si a mi padre le agrade compartir la mesa con el guardia de Kisame y mi sirviente —comentó, bebiendo algo de té —. Por mí está bien.

Sasuke corrió hacia él, con su cara empapada en sudor y sus manos llenas de vendas con pequeñas gotas de sangre, saltando a sus brazos para recibir los mimos de su hermano mayor.

—Hermano, buenos días.

—Buenos días, Sasuke. ¿Estabas entrando con papá? —acarició los mechones húmedos de sudor.

—Y con el hermano mayor Kisame, él es increíble —añadió, sus ojos inocentes brillaron de emoción.

Por la puerta apareció su esposo y su padre. Él extendió una sonrisa al verlos compartir con tanta confianza, su hermano se llevaba bien con él,  como imaginó y eso era algo realmente imporante. Zabuza también los había acompañado.

—Lávense las manos, es hora de comer.

Kisame le enviaba miradas rápidas a Itachi, en una clara forma de decirle que lo había extrañado esa mañana, pero trataba de no ser demasiado cariñoso frente a Fugaku; Itachi le había comentado que quizá su padre aún no se hacía la idea, y que por más que pareciera estar cómodo con Hoshigaki, su mirada cambiaría si era demasiado cariñoso con él. La pareja solía entrenar cada mañana, el ministro había solicitado la participación de Itachi pero su padre solo soltó una carcajada en respuesta.

—¡Oh! Ministro —comenzó Mikoto, dibujando una sonrisa.

—Llámeme Kisame, señora Mikoto.

—Solo si me llamas mamá —le regresó con cariño. Itachi sonrió con sus mejillas llenas de comida, Kisame hizo lo mismo y no dijo nada más—. ¿Planean tener al primer bebé pronto?

Aquella pregunta abrupta y descortés, hizo espabilar a Itachi y tomó por sorpresa a todos los demás. Fugaku comenzó a toser, se había atragantado con la comida, lo único que logró que no arrojara una mirada reprobatoria a su mujer sonriente. Kisame alzó los hombros, despreocupado, rascándose la nuca.

—No lo sé, dejaré que Itachi lo decida —dijo sin más.

Fugaku se dio un par de palmadas en el pecho, asimilando lo que acababa de escuchar. Nunca se acostumbraría a la idea que su hijo mayor era un doncel, que llevaría a otro ser ahí. No, él no crió a su hijo para eso, pero no podía retar a la madre naturaleza.

—No debe ser así, Kisame —dijo Fugaku cuando logró reincorporarse, sin dirigirle la mirada a nadie.

—Él debe ser quien decida, es su cuerpo después de todo —admitió, llevándose un poco de comida a la boca. Itachi lo miró y le sonrió, estaba tan enamorado de aquel hombre, que no podía creerlo.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora