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Ni bien se bajó del caballo, corrió hacia Hoshigaki y se lanzó a él con los brazos abiertos. Se colgó de su cuello, abrazándolo con unas increíbles ansias. Los presentes, impresionados por aquella afectuosa muestra de amor, giraron el rostro y desviaron sus miradas para darles un poco de «privacidad» cuando el Uchiha capturó lo labios de su esposo.

Un beso entusiasta demostraba cuánto había anhelado ese momento. Los pensamientos tortuosos durante todo el camino lo enloquecieron hasta ese punto. No pretendía despegarse de los labios que tanto amaba, pero el golpe de realidad lo hizo se pararse. Contempló la mirada emocional de Kisame, mientras disfrutaba del contacto sutil del brazo rodeando su cintura.

Sus ojos compartían millones de secretos evidentes. Itachi respiró en paz después de horas de incertidumbre. Nunca había entendido tanto el «amor» hasta ese momento.

El carraspeo indiscreto de un oficial los interrumpió, entonces rompieron el abrazo pero mantuvieron sus manos entrelazadas. El oficial en cuestión le comunicó que la hora de partida se acercaba, según los últimos cuervos recibidos de parte del "misterioso" enmascarado que los ayudaba desde el país de fuego.

Al principio, el plan de Hoshigaki era infiltrarse furtivamente y rodear al enemigo para tomarlo desprevenido, sin embargo, la secuencia de sucesos cambiantes obligaron a transformar la estrategia en una confrontación directa y brutal. Quizá tendrían más bajas, pero obligaría a la hermandad a retirarse, o traer las tropas del país del fuego, lo que le daría oportunidad a las fuerzas de Tobirama de sacarlo del país junto al emperador. Sea cual fuese el resultado, funcionaría.

Cabalgaron hasta el punto estratégico cercano a la guarida de la hermandad. Kisame miraba de soslayo al Uchiha, agradeciendo a todos los dioses —en los que no creía— por regresarlo a salvo.

—Luce un poco cansado, mi señor.

—No he dormido nada desde que te fuiste —revela, volviendo la vista al frente—. Entonces, Shisui está vivo, ¿eh?

—Así es. Es una suerte que me haya reconocido.

—Estoy feliz por eso. No tendrás que ensuciarte las manos buscando venganza.

Itachi esbozó una sonrisa tímida, algo resignada, difícil de descifrar incluso para Hoshigaki. La tarde calurosa los acompañaba en su recorrido. Toda la calma que el joven doncel le dio con un abrazo y unos pocos besos se le iba desintegrando de a poco porque sentía la batalla cerca.

Si bien sabía que no iba a convencer a Itachi de no luchar, su mayor preocupación yacía en el «¿Después qué?», una vez se deshicieran de esa nefasta organización no había nada que le llenara el vacío que le dejó la muerte de su amigo y emperador. Nada se lo regresaría. Nada.

—Mi señor —la voz de Itachi lo hizo recobrar el sentido—. Es aquí. Debemos rodear el bosque y esperar la señal para entrar.

—Itachi, por favor, se prudente —el azabache alzó una ceja, sin entender las palabras del antiguo ministro—. No te vayas a exponer y evita que te hieran, te necesito conmigo.

—Volveremos juntos a casa, mi señor.

Ni siquiera tenían una casa a la cual regresar, pero el significado de esa promesa no iba a cambiar, sin importar qué.

Ni siquiera tenían una casa a la cual regresar, pero el significado de esa promesa no iba a cambiar, sin importar qué

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Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora