III

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Rodeado de hombres armados y enmascarados, ¿qué posibilidad tenía de escapar con vida Itachi se preguntaba si el puñal que estaba en su mano era suficiente para combatir, al menos, a la mitad de ese grupo.

No tenía idea en donde estaba o cuánto faltaba para llegar a la frontera.

—Ven aquí y no te haremos daño.

Itachi estaba harto que le dijeran que hacer. Su padre le ordenó ir a otro país a contraer un matrimonio que no deseaba; Suigetsu le dijo que esperar en el carruaje; ahora estos tipos le insistían en ir con ellos.

Quizá era su oportunidad de ser libre. Escapar de todos y vivir en la sombras.

«La guerra»

Su papel era crucial para evitar la muerte de miles de personas. ¿Cómo podía pensar siquiera en escapar? Era por su hermano que hacía todo eso.

El primer hombre corrió hacia él, blandiendo la espada, Itachi lo esquivó. Lo tomó del cuello y con el puñal, le cortó la garganta, vaciando una cascada carmesí en el suelo.

Ante la vista atónita de los otros, dos hombres más fueron hacia él, armados y dispuestos a matarlo si era necesario. Pero ellos carecían de la resolución que tenía Itachi. Los ojos Uchiha destellaban fuerza, porque estaba convencido que debía ganar esa contienda y salir ileso para concretar el tratado de paz.

Esa resolución lo mantenía con vida.

Retrocedió dos pasos y tomó ventaja de su posición para dejar a uno de los guerreros entre él y el compañero. Así, cuando la katana de uno bajó con velocidad, se incrustó en el brazo del otro. Clavó el puñal en el ojo del herido, asestando un golpe fatal, colocándose en posición nuevamente en contra el enemigo. El tipo dudaba, no tenía la fortaleza mental para soportar la mirada pétrea que Itachi le dirigía, mucho menos para enfrentarlo.

Cuando el tipo dio una estocada con su espada a Itachi, juró que lo había atravesado, pero tenía a Uchiha junto a él, sin un rasguño. Acto seguido, sintió el frío metal incrustarse desde su espalda hacia su corazón.

Itachi recuperó el puñal. Miró a sus enemigos, quedaban siete.

—Lo mejor es que me dejen ir.

—¡No seas presumido, bastardo!

Tres hombres corrieron hacia él, con el odio rebosante en sus figuras, llenos de una motivación vacía que no les daba la fuerza para derrotarlo. Se hizo cargo de lo tres con facilidad. Solo quedaban cuatro enemigos. Aún si lo atacaban a la vez él podría hacerse cargo, aunque no fuera a salir ileso. Ya le habían hecho algo de daño en la última oleada.

Escupió sangre, le golpearon la nariz y la boca con el mango de una de las katana. Aunque se había aturdido por algunos segundos, no fueron los suficientes para dejarlo fuera de combate.

—¿Quién los envió aquí? ¿Qué quieren?

No obtuvo respuesta alguna.

Los cuatro hombres se abalanzaron hacia él, unos galopes que se acercaban resonaron más y más, al momento de estar cerca de Itachi, los hombres fueron emboscados por la caballería del emperador de Akatsuki.

Los arrollaron y asesinaron brutalmente en un solo segundo. Itachi pudo respirar aliviado una vez vio dibujada la nube roja sobre el pecho de los caballeros.

—Itachi, ven con nosotros. Te llevaremos a tu destino.

—No. ¿Cómo se que son quienes dicen ser?

—Acabamos de salvarte de estos salvajes.

Itachi no lo conocía, lo mejor que podía hacer era desconfiar. No los había visto cuando se subió a la carroza, y tampoco eran los que lo escoltaban a caballo.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora