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Incluso para ser un ministro, una ropa como esa se veía sumamente elegante. Así que el rubio se preguntaba cuál era la ocasión especial, ya que Sasori vestía un kimono formal negro, con el emblema del reino en los hombros y los alacranes rojos a cada lado del pecho, en pequeñas escalas. Era de una tela muy fina, que hacía resaltar la piel y el cabello del ministro.

—¿Me veo bien?

Deidara giró su vista, ignorando a Sasori. No pretendía admitir que era el hombre más elegante y hermoso que había conocido, sólo porque lo odiaba.

Tocaron la puerta y el ministro dio autorización para entrar. Era Tenten y la anciana que siempre la acompañaba. Hicieron una reverencia para saludar a Sasori y se dirigieron al baño.

—Ve con ellas —ordenó pero el rubio seguía ignorandolo—. Deidara, pensé había sido claro la otra noche: cuando yo de una orden la cumples de inmediato.

Caminó hasta el otro y lo tomó del brazo, lo llevó hasta el baño donde las dos mujeres se encargarían de limpiarlo y posteriormente vestirlo.

Más tarde, cuando el rubio estuvo vestido, peinado y presentable, Sasori no paraba de mirarlo, admirando su belleza.

Le tomó la mano y dejó un pequeño beso sobre su palma, haciendo a Deidara bufar, irritado.

—Luces hermoso. Eres una verdadera obra de arte —le dijo, acercándose lo suficiente para apreciar el aroma que despedía su cabello rubio—. Vamos a ir a un lugar especial y vas a comportarte como una dama digna de un ministro.

—No soy una dama, tampoco soy tuyo.

—Deidara, prometeme que te vas a comportar.

Qué opción tenía además de cumplir las órdenes de su señor o ser golpeado hasta la inconsciencia. Terminó asintiendo, en completo silencio.

—Me agradas cuando eres reservado. Sigue así. Mientras menos hables, menos perjudicial será para ti.

Le dio un beso en los labios, demandando la correspondencia pero el rubio solo estaba ahí, sin expresión alguna.

—Sasori —lo llamó, el otro lo miró incrédulo; era la primera vez que lo llamaba por su nombre—. No quiero estar aquí, déjame ir —pidió una vez más.

—No quiero. Me he encaprichado contigo —le contestó al tiempo que volvía a dejar besos sobre su cuello—. Tu cuerpo me satisface como ningún otro lo había hecho.

—Ya me quitaste todo.

—Creo que tu error fue decirme que eras virgen. Nunca antes había tocado algo puro, ahora que lo tengo, no lo quiero dejar ir. Eres un trofeo digno de exhibir.

Deidara permanecía con un rostro neutro y vacío, por el cual las lágrimas agrias bajan sin control. Sasori la secó con sus dedos y besó las mejillas húmedas.

—Vamos.

Salieron del dominio del ministro Akasuna no Sasori, hacia el gran jardín imperial donde se celebraría la boda.

Salieron del dominio del ministro Akasuna no Sasori, hacia el gran jardín imperial donde se celebraría la boda

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Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora