II

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El carruaje era lento, Itachi sentía mucho calor dentro de ese pequeño lugar.

Comenzó limpiarse el sudor que cubría su frente con el dorso de la mano, luego continuó abanicándose. Suigetsu le ofreció un pañuelo blanco, él lo tomó desconfiado.

—Gracias.

—No necesitas ser tan recatado. Lo mejor es que nos llevemos bien, pues soy quien debe cuidarte.

—¿Dejarías a tu esposa tener una amistad con un caballero desconocido?

Suigetsu se desconcertó por tal pregunta, y los ojos de Itachi, negros y fríos como la noche sin estrellas, apuntaban a él, juzgándolo.

—No lo sé.

—No eres de fiar hasta que el ministro lo diga —Sentenció. Cerró los ojos y giró su cabeza, para no tener que confrontar el rostro molesto de aquel insolente caballero.

—Serás una gran dama en la corte —dijo a modo de burla, pero Itachi no reparó en ninguna de sus palabras.

El carruaje se detuvo de golpe. Intentó ver por la ventana pero Suigetsu lo detuvo.

—No es conveniente que se deje ver.

Acto seguido salió del carruaje. Itachi distinguió los sonidos metálicos de las espadas chocando. Había una pelea afuera.

Los quejidos y el sonido glutinoso de la carne siendo atravesada, agitaron a Itachi. El carruaje comenzó a moverse a toda velocidad, entonces sacó un puñal que tenía atado a su pierna bajo el kimono.

Se preparó para cualquier cosa, concentrando sus cinco sentidos en captar cualquier señal de amenaza para responder a tiempo.

Un ruido seco, y el golpe que lo catapultó hacia adelante le avisaron que algo más grande estaba sucediendo. Alguien abrió el carruaje y lo haló del brazo, arrastrándolo por el suelo árido. El hombre lo tomó por el cuello, pero Itachi clavó el puñal en las cosillas del tipo, deshaciéndose de él.

Se incorporó y miró a su alrededor. No conocía el lugar. Se habían alejado del camino real que conducía a Akatsuki. ¿Está a perdido? ¿Era una trampa o una emboscada?

Calmó su mente. Si pensaba demasiado las cosas, iba a descuidar sus flancos. Sabía que no se había alejado mucho de su última ubicación, donde Suigetsu bajó, así que podría regresar caminando. Sin embargo, se vio rodeado de hombres enmascarados, que venían de la dirección a la que pretendía ir, con sus espadas ensangrentadas.

Recuperó el puñal del cuerpo inerte de aquel hombre y se mantuvo firme, dispuesto a luchar.

—¡Itachi Uchiha, ven con nosotros y no te haremos daño! —gritó uno de los hombres, envainando su espada.

Miró a su alrededor una vez más. No había manera de escapar, pero podría matar a uno o dos y llevarse una pequeña victoria.


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Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora