LVI

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—¿Se siente mejor, ministro?

Kagami lleva la servilleta de tela al rostro del pelirrojo para limpiar los restos de comida, el otro sonríe y asiente incómodo. No le gusta como lo atiende el doncel, de esa manera maternal y cuidadosa, con la confianza establecida de una forma extraña que desconoce.

—Puede llamarme, Sasori —tose un poco. El líquido le quema la lengua cuando lleva torpemente la cuchara a su boca, se siente muy débil incluso para eso—. Kagami, entonces usted es tío paterno de Itachi, ¿no? Quiere decir que también es hermano de Madara.

Desvía la mirada bajo la pregunta clara de Sasori.

—Sí... pero yo no tengo nada que ver con lo que está ocurriendo, de hecho, no sabía nada de esto.

—No se preocupe, nadie está buscando un culpable —deja el tazón con la sopa de verduras a un lado, no puede seguir comiendo aquello que no le sabe a nada. La luz naranja invade la habitación y plantea un ambiente caluroso—. Es solo que no parece familia de alguien como el general Uchiha. Lo conocí una vez, en la boda de Kisame, ese tipo es...

Escalofriante.

La conversación se apagó cuando escucharon murmullos y pasos tamborileando sobre el tatami. El doncel tomó el cuchillo de antes para defenderse, seguía paranoico después de todo lo que le contó Shisui.

—¿Sabe usar eso? —susurra Akasuna, halando el haori de Kagami.

—Debo clavar el extremo puntiagudo.

Se silenció cuando las voces femeninas se fueron acercando. Una vez fue abierta la puerta, alzó el cuchillo y se detuvo a tiempo antes de clavarlo en el rostro sorprendido de Tsunade.

—¿Kagami? —preguntó la rubia.

—¿Tsunade?

—¿Deidara? —esta vez fue Sasori quien habló al notar el cuerpecillo rubio descansando sobre los hombros de Shizune.

Se levantó, necio, incluso en contra de los deseos de Kagami y Tsunade, para que Deidara ocupara el único futon de esa nefasta vivienda. El rubio estaba profundamente dormido, aun así todos se movieron a la sala para dejar que descansara.

—Ministro, ¿cómo sigue su mano?

El pelirrojo contempló las vendas limpias en su muñeca, levantó una ceja, con una sonrisa burlona en la cara respondió:

—¿Cuál mano? —alzó la mano derecha, la única que le quedaba—. Ésta está muy bien, la otra debe estar carbonizada en algún lugar.

Shizune ríe bajito y la rubia la reprende. Vuelven la vista a Kagami después de sorber el té que el doncel hizo. Era un silencio discretamente incomodo que estableció el comentario, alguien debía romper con él.

—Al menos aprendiste a hacer té negro, ¿eh? —bromea la médico, Kagami carcajea suavemente—. Recuerdo que no sabías hacer absolutamente nada, Tobirama enfurecía cuando le hacías té de Sakura.

—Nunca fui bueno en la cocina —Sasori carraspea, acaba de tomar su sopa, podía confirmarlo—... en nada, realmente. Izuna era quien se encargaba de todo.

Escondió la mirada, divagó un poco y luego aguantó las ganas de decirle a la princesa lo que ocurrió con sus hermanos, sin embargo, ella se adelantó.

—Mis hermanos están...

—Encerrados, según mis sospechas —juega meneando el té dentro de la taza, hablando bajito—. Madara no les hará nada hasta que la tenga a usted, Tsunade. Shisui me dijo que una de sus aprendices estaba trabajando para la hermandad y que usted estaba ahí. Probablemente quiera usarla como recurso para legitimar su mandato.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora