XLVII

483 75 56
                                    


El galope del caballo negro disminuyó a medida que se acercaba a la caravana, el jinete desmontó y el otro cuerpo reposaba inconsciente sobre la silla. Todos seguían embelesados y aterrados por el fuego, sin mover un músculo. Algunos guardias ingresaron al palacio para ayudar a evacuar a los sirvientes que estaban dentro.

—¡Ministro! —Lo llamó un guardia que estaba junto a Sakura—. La señora Sakura no ha mostrado señales de conciencia ¿Qué hacemos? El palacio es inhabitable ahora.

Sasori lo pensó bien. Básicamente no tenía cómo atender a Sakura, todos sus implementos se estaban achicharrando en sus dominios. Analizó bien la situación, mientras trataba de volver a la calma. Le era imposible pensar en algo concreto teniendo presente el goteo bermellón que se escapaba del hombro del rubio, y el sangrado que manchó la entrepierna de su esposa. Básicamente, estaba jodido.

—Ministro, esperamos sus órdenes.

—Intenta entrar a mis dominios y recuperar algo que pueda servirme para tratar a los heridos. Bien sean vendas, ungüentos, analgésicos ¡lo que sea! —terminó gritando por el dolor palpitante que le asechaba la cabeza, como consecuencia por excederse con el alcohol la noche anterior—. ¡Ah! Busca a la princesa Tsunade —recordó de golpe la presencia de la veterana médica.

Si ella descansaba en los dominios de Kisame, quería decir que estaba en la mitad de la torre, el fuego no llegaba ahí todavía. Se giró, buscando con la mirada el rostro del ministro de guerra y justicia, pero no tuvo suerte. ¿Cómo era que estaba ausente ese día tan importante? Y ahora, en un momento de crisis no estaba. Se rascó la nuca, irritado.

Se acercó a Sakura y tomó su temperatura. Ella dormía y respiraba pausado. Sasori ordenó que la subieran en un carruaje para que descansara mientras él atendía la situación. Regresó la vista hacia el bosque, aún no había señales de Kakuzu. No sabía por qué, pero la ausencia de Kakuzu y Kisame lo hacían sentir inseguro, sin admitir que desconocía por completo el origen del incendio.

—¡Señor, localizamos a la princesa Tsunade! —avisó el guardia de antes—. En el primer piso colapsaron algunas bigas, está herida.

Acto seguido, el ministro y un par de guardias ingresaron al palacio. La mala premonición se hizo tan palpable cuando en la enorme sala no había nada más que un calor abrasador. Tsunade no estaba. El pelirrojo se giró hacia los guardias y se encontró con un par de máscaras blancas de ojos negros que lo miraban directamente a los suyos. Desenvainó la espada y retrocedió, contabilizando los enmascarados que se sumaban a su emboscada.

—¿Qué sucede aquí? —asomó la cautela; el nerviosismo y el malestar no lo dejaban asimilar aquello—. Espero que esto sea una broma de mal gusto y no lo que estoy pensando.

Los guardias avanzaron, dejándolo acorralado contra el fuego.

—Señor ministro, ministro Sasori, o cómo guste que lo llame —un delgado joven se hizo paso entre los traidores, sin portar una máscara. Era aquel chiquillo revoltoso que pasaba los días tras Kisame, Sasori no recordaba su nombre—. Esto es exactamente lo que usted cree; es un golpe de estado.

Sasori evitó que las primeras estocadas lo cortaran, sin embargo eran cuatro contra uno, y el quinto rebelde era un hombre entrenado por Hoshigaki. ¿Qué probabilidad había de sobrevivir? Tenía que luchar hasta que alguien viniera a ayudarlo, o escapar cuando tuviera la mínima posibilidad. Morir no era una opción.

—Ministro, de todas las cabezas que el líder nos pidió, la suya no estaba en la lista —reveló Suigetsu, con una sonrisa ponzoñosa en el rostro.

El médico sudaba a cantaros, el calor era abrasador y el humo comenzaba a cernirse sobre ellos para  dejarlos sin oxígeno. Si eran inteligentes, saldrían de ese lugar con o sin él, mientras tanto, el ministro utilizaba la manga izquierda del kimono para no inspirar humo. Los enemigos tenían una ligera ventaja sobre él, con el uso de la máscara inhalaban menos humo y rendían más, salvo el albino de dientes afilados.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora