LIV

476 65 64
                                    


¿Extrañar a Kisame?

No se lo había preguntado. No había tenido el tiempo para considerar eso como un sentimiento. Extrañar, sonaba raro si lo repetía muchas veces. Cuando Shisui le preguntó: «¿Extrañas a Kisame?», no supo que responder. Simplemente se encaminó a escribir el mensaje y enviar el cuervo. Ahora que el ave había tomado vuelo hacia su destino, él solo pensaba que sí lo extrañaba.

Llegaban a su mente las mañanas tranquilas cuando el sol apenas hacía atisbos de salir y las aves canturreaban cerca de la ventana por donde entraba la brisa fría, y ellos dos, sumergidos en el futon, detallándose uno al otro con expreso cuidado se decían en silencio cuánto se amaban. Claro que lo extrañaba.

Observó el cielo claro durante largos minutos, esperando que volviera el cuervo. Claro que no llegaría hasta el atardecer, o de plano nunca lo haría. Se colocó ambas manos sobre el pecho y presionó un poco, tan ligero como para evitar que la cota de malla bajo la camisa, crujiera. Nunca lo hubiera pensado de esa manera, pero ansiaba la hora de la batalla, solo para reencontrarse con Kisame.

—¡Oye! ¿Estás listo? —Shisui acomodó la silla de montar en el caballo de Itachi, el suyo ya estaba listo—. Hey, pequeño cuervo. Tierra llamando a Itachi.

El menor permanecía con la vista perdida en la inmensidad lejana del horizonte y solo entornó la vista hacia su primo cuando éste le chasqueó los dedos en el rostro. Corrugó un poco las cejas y el pecho se le comprimió. ¿y si no volvía a ver a Kisame?

—Shisui, tú... ¿extrañas a Izumi?

La pregunta quedó en el aire por unos cuantos segundos, y de no ser por el viento que arrastraba las hojas secas, probablemente el silencio fuera sido muy denso para digerir. Shisui suspiró y su rostro se tornó serio, como pocas veces lo mostraba.

—Claro —tomó el rostro de Itachi, con las dos palmas pegadas a las mejillas del doncel—. Pero no hay tiempo para pensar en eso, Itachi, concéntrate. Volverás a ver a Kisame antes de lo que piensas.

—¿Y si no?

—¿Si no qué? ¡Claro que sí! —sonrió, como siempre lo hacía—. Él es fuerte, tú también, y yo soy el más fuerte de todos —carcajeó después de adularse a sí mismo y finalmente volvió hacia los caballos—. ¡Los protegeré!

Ambos montaron los caballos y comenzaron una trayectoria lenta por las calles del pueblo, portando sus máscaras.

—¿Te despediste de mi tío? —preguntó el menor, Shisui se acomodó sobre el asiento dejando de ver que esa pregunta no le gustó.

—No —respondió, dejando correr los segundos para proseguir—. Si me hubiese despedido no me dejaría venir, además... no quiero que lo último que recuerde de mi sea una triste despedida.

—¿Lo... último?

Las palabras se quedaron sobre sus labios entreabiertos. Ni bien terminó de hablar, Shisui emprendió un galope veloz, apenas Itachi reaccionó le siguió el paso, pero no insistió en aquel tema. Le daba miedo, incluso a él, descifrar esa incertidumbre que los abarcaba a ambos. ¿Y si él moría? ¿Kisame lo extrañaría? Afianzó el agarre de las riendas y se torturó para dejar de pensar en eso. Esas preguntas no lo llevarían a ningún otro lugar que a la locura. Quizá llevar a cabo esta misión no fue la mejor idea, debió dejarlo en las manos de Kisame, debió...

—¡Itachi! —Otra vez Shisui lo sacaba de sus pensamientos—. Concéntrate. Cuando lleguemos a la guarida, dirígete a la posición de Kisame, alértalo. Todo va a ocurrir hoy.

No entendió en ese momento qué significaba aquello, pero las aves de rapiña volando en círculos sobre las montañas cercanas a la dirección que iban podía ser la señal que Shisui interpretó.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora