Letárgico despertar tuvo después de aquella noche. Recordaba vestigios apasionados, sombras difusas que iban y venían, manos que paseaban su piel blanca.
Se incorporó poco a poco en el futon, extendiendo sus brazos hacia el techo. Sus ojos recopilaron la información con una lentitud bastante cuestionable. A su costado izquierdo estaba Yahiko dormitando plácidamente, y en la derecha Konan descansaba como la reina que era.
¿Qué había sucedido?
Recordó los gritos, la histeria, el llanto, las palabras hirientes y confusas, pero sobre todo, el sake.
𝑭𝒍𝒂𝒔𝒉𝒃𝒂𝒄𝒌
˪🍂ᄀ
—Necesito estar solo —había dicho el pelirrojo.
Konan se separó de él con lentitud, dispuesta a obedecer pero queriendo quedarse porque era su deber apoyarlo. Mientras Yahiko recogía algunas de sus cosas para marcharse.
—¿Qué te sucede? —preguntó a Konan al salir de la habitación—. Actuaste de una manera impulsiva, lo arruinaste todo.
—¿Yo lo arruine, Yahiko? ¡No te mientas a ti mismo! El único culpable de todo esto eres tú —lo apuntó con su índice, desdichada pero sólida, como antes se había mostrado.
—Ahora seremos decapitados por traicionarlo, no habrá tiempo para repartirnos la culpa —él se aventuró hacia el final del pasillo, dispuesto a buscar las escaleras y marcharse.
—¡Espera! —ella lo siguió, intentando detener su andar.
—Si no quieres morir, lo único que te resta es escapar —las palabras eran frías, y sus ojos buscaban lo contrario a lo que era Konan—. Sé que crees que no es así, porque es tu esposo y crees conocerlo. ¡Entonces créelo! yo sé que él tomará medidas drásticas. Después de todo, lo conozco mejor que tú.
No era mentira, Yahiko sabía que Nagato bajo la incorrecta presión no solo se rompía sino que al romperse y estallar, arrasaba con todo a su paso. La peor parte es que tenía potestad para hacerlo. Decapitar a la emperatriz y a su mano derecha sería un brillante espectáculo para el reino y el consejo, enseñándoles el valor de la fidelidad.
Sea cual fuese su destino, él nunca iba a mancillar el glorioso nombre que el emperador portaba para su pueblo y los suyos. Ni bajo la amenaza de muerte más terrorífica declararía que conoció bajo las sábanas el más impúdicos de los deseos imperiales. Él aceptaría su destino.
—Konan —llamó a la mujer, que permanecía viendo la puerta de la habitación del emperador, con un rostro neutro, casi sereno ¿por qué no sollozaba con desespero? Sería la reacción de cualquier mujer en dicha situación.
—Sólo dime cómo pudiste estar jugando con ambos al mismo tiempo —le dijo bajito, sin retirar sus ojos de ese lugar —. Me hiciste cuestionarme, me dejaste hundirme varias veces en la desesperación de una moral derrumbada por la lujuria, mientras dormías con mi esposo.
—Piensa bien lo que quieres. Escúchame, hay una solución.
—Me sentía mal. No podía ver a Nagato a la cara, no podía sostener su mano sin avergonzarme, ni siquiera me sentía apta para compartir el lecho con él, porque lo endiose —dijo, girando su rostro apático y melancólico, hacía mucho tiempo que no detestaba tanto su propia existencia—. ¡Tú lo llevaste a la cama también!
Ella fue de nuevo hacia su amante, queriendo magullar el rostro de este con sus manos desnudas, sacar los ojos de sus cuencas usando sus uñas pero, él la sostuvo de las muñecas y la besó, dejándola en una posición vulnerable.
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Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊
أدب الهواةUn doncel que se vendió por la paz de dos naciones. Un religioso que se niega a perder su fe. Un don nadie que vive entre lujos. Lo único que tienen en común es que coexisten en lo mítica torre roja, el palacio de gobierno de Akatsuki. Deidara anhel...
