Sakura permaneció en la "seguridad" del jardín botánico cuando las cosas entre su esposo y el amante se tornaron realmente violentas. No tenía razón —ni manera— de intervenir en ello. Ver al demonio manifestándose en las palabras del ministro, cuando procuraba la muerte de rubio estrangulándolo, la hizo temblar. Esa podía ser ella.
Tenten la acompañó todo el tiempo para evitar que el ataque de ansiedad, que la joven mujer experimentaba, la terminara por ahogar en llanto. El ruido, los gritos y los golpes dentro de los dominios de Sasori estaban a unos pocos metros del par de mujeres. La sirviente llevó a la dama dragón a la profundidad del jardín, donde estaban los árboles de cerezo, y así escapar de la vista del ministro.
Ese día el médico no volvió a sus aposentos, su esposa no quiso preguntarse por qué. Sakura lo intuía, aunque en el fondo rezara a cada uno de los dioses que no estuviera torturando al joven doncel.
Después de aquel evento, todo parecía transcurrir con una normalidad plástica, pues el ministro dedicaba horas enteras del día a su esposa, y ella, como toda dama, correspondía a las atenciones; sin embargo, Sakura no paraba de pensar en Deidara, a quien no había vuelto a ver en los últimos días. Temía que al final el ministro le cumpliera el capricho y lo terminara asesinando. Le chillaban los huesos de solo pensarlo.
Tampoco había visto a Hidan. Supo por Tenten que fue castigado con azotes por la irreverencia a su señor, pero no había regresado a los dominios del ministro de salud, lo que era bastante congruente con la teoría de la muerte de Deidara. Ella se mordía las uñas del nerviosismo de solo recordar el llanto desgarrador del doncel. Ahora no solo le creía todo lo que le contó sobre Sasori, sino que estaba convencida que su destino sería igual de malo si se pasaba de lista.
—¿Sakura? — el ministro le habló, chasqueando sus dedos varias veces para sacar a la mujer de sus pensamientos.
—¿Si? —atendió ella, espabilando. Nuevamente se había perdido en la maraña de su mente, tratando de trazar las líneas correspondientes y atar cabos sin que Sasori sospechara.
—Últimamente has estado divagando mucho, ¿todo está bien? —el acarició la melena corta de la médico.
—No es nada, es solo que —trago seco, era la primera vez que le mentiría en la cara a su esposo—, he estado preocupada. Le envié una carta a mi maestra y no he recibido respuesta, tampoco sé si vendrá para el anuncio —bajó el rostro, escondiendo sus ojos tras el flequillo corto. Se avergonzaba profundamente de sus actos pero no podía mencionar a Deidara con descuido, tenía que ser cuidadosa sobre ese terreno.
—Ah, eso. Pues, Tsunade anda vagando de un lugar a otro, puede que se haya marchado del lugar al que le enviaste la carta —respondió él. Conocía el tipo de vida que llevaba la legendaria, ya que de ahí derivaba su apodo—. Tampoco hay noticias de Kisame desde que salió del país del fuego, según el reporte de Madara Uchiha, pero —comentó, cediendo confianza—... no lo sé, todo esto me huele mal. Si no me equivoco, deberían llegar hoy al atardecer, de otra forma podría significar que están en peligro.
—Quiere decir, ¿en la frontera? —preguntó Sakura, alarmándose un poco. La última ubicación que tenía de Tsunade era en la frontera este, ella también podría estar en riesgo.
—Sí. Pero es algo mucho más complicado que solo un ataque de algunos forajidos... Me preocupa Kisame.
Él se quedó pensando, ella lo miraba con atención. Los ojos miel se hundía sobre la taza de té, y desprendieron un gestu rústico cuando el ceño se frunció. Sakura sólo soltó aquello.
—Mi señor, usted alguna vez —comenzó ella, atragantandose con la curiosidad que brotaba de sus palabras—... ¿Usted alguna vez ha matado a alguien?
ESTÁS LEYENDO
Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊
FanfictionUn doncel que se vendió por la paz de dos naciones. Un religioso que se niega a perder su fe. Un don nadie que vive entre lujos. Lo único que tienen en común es que coexisten en lo mítica torre roja, el palacio de gobierno de Akatsuki. Deidara anhel...
