XII

1K 117 110
                                    

Desde el primer día no había vuelto a ver a Haku. Estaba preocupado, temía que si Kakuzu lo descubrió ayudándolo se fuera deshecho de él. Otro muerto con el cual cargaría.

—¿Dónde está Haku? —preguntó Hidan.

Los ojos verdes viajaron hasta él, situándose en su rostro. Lo siguiente que pasó fue que Kakuzu soltó una carcajada hilarante, confundiendo al otro.

—¿Desde cuándo son tan cercanos?

—Solo era menos amargo vivir aquí cuando él venía —la voz de Hidan era un hilo ronco que parecía perder fuerza cada vez, sosteniéndose apenas por la ilusión de vengarse de su bastardo verdugo de ojos oliva.

—Oh, no me digas que... ¿te enamoraste? —volvió a reír, sarcástico —. Chico, un consejo para toda la vida: No te enamores de una prostituta, su amor se puede conseguir con cualquier moneda.

—¡No lo llames así! —se lanzó hacia Kakuzu, las cadenas tintenearon y se tensaron, deteniéndolo, quedando a escasos centímetros del imperturbable rostro moreno.

—Por eso te mantengo encadenado, eres un animal salvaje.

—¡Pudrete! ¡Maldito hereje! ¡Asesino! —se convenció que la ausencia de Haku era obra suya, y aquel amargo sentimiento se acrecentaba en sus entrañas.

Habían pasado semanas desde su captura. Desde el primer día, Kakuzu llegaba cada noche a tomarlo por la fuerza y a jugar aquel estúpido juego donde se autoproclamaba «Dios», para satisfacer su morbo de ser odiado y rechazado por Hidan.

Kakuzu salió y él volvió a quedar a solas en esa pútrida habitación que le causaba pesadillas. Rezó una vez más a su dios, Jashin, ansiaba ser escuchado de nuevo.

Itachi estaba dentro de la gran Tina blanca, dándose un baño, su cabellera negra estaba fuera del agua y Haku la lavaba cuidadosamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Itachi estaba dentro de la gran Tina blanca, dándose un baño, su cabellera negra estaba fuera del agua y Haku la lavaba cuidadosamente.

—¿Qué te sucede, Haku? Te he notado pensativo los últimos días.

—No es nada, mi señor —mintió.

Siguió desenredado las hebras negras y aplicándole lociones aromáticas.

—Yo si te contaré mi pesar —suspiró, intentado no salirse se control —... No sé qué sucede con Kisame.

—¿Por qué, mi señor?

—He escuchado rumores e incluso la emperatriz me comentó, directamente, que Kisame es la clase de hombre que ansía tener una familia pero... Cada vez que estamos en ese momento, justo antes de acabar, él se retracta y se esparce afuera. ¿Estoy haciendo algo mal?

—No sabría darle una explicación a eso, mi señor. Yo nunca he atravesado por un matrimonio.

—Pero has compartido cama con otro hombre, ¿no?

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora