La mirada de Kisame recobró sentido. Era Suigetsu, aquel que había dado la vida por su esposo tiempo atrás. El albino estaba vivo, calzando la ropa del enemigo; al notarlo la expresión de Hoshigaki expresión endureció.
—Suigetsu, estás vivo —reafirmó Zabuza, sosteniendo los hombros de su hermano, que difícilmente lograba esbozar una sonrisa—. ¿Qué pasó?
Después de tanto tiempo y las circunstancias sospechosas que rodeaban su aparente muerte, Zabuza no era el único que necesitaba una explicación. Todo era confuso y difícil, gracias a que el último ataque dejó a Itachi agonizando.
—Les contaré todo pero ahora es prudente que nos movamos, ya debe venir un segundo escuadrón a esta zona, maté al vigía. Si antes del anochecer no regresa a la base, el líder enviará más mercenarios a esta posición —comentó.
Kisame no sentía el cansancio que su cuerpo sí experimentaba. Lo primero era llevar a Itachi a un lugar seguro. Se subió al caballo con el doncel en brazos, ignorando lo que su antiguo guardia tenía por decir. La respiración del Uchiha no se sentía y su pulso era tan débil que el ministro no tenía certeza de su estado real, aunque en su corazón tuviera el presentimiento de que seguía vivo, que todo era un mal susto.
—Ustedes se saben el camino a casa ¿no? —giró un poco su rostro para ver de reojo a ambos hermanos —. Zabuza, trae a Haku y cabalguen hasta Akatsuki. Regresa ese carruaje al país de fuego —expresó tan sereno como podía estar en esa situación.
Ni bien terminó de hablar, el galope del caballo fue lo siguiente que se escuchó. Cabalgó tan rápido como el animal podía, y rezó en su interior por encontrar ayuda en un lugar cercano. Si Itachi aún estaba vivo, quedarse esperando por la misericordia de los dioses no era una solución. Calculó que el primer pueblo fronterizo estaba a unos cuarenta minutos al paso que iba, de llegar pronto, podía salvar la vida de su amado.
Lanzaba miradas rápidas al rostro aparentemente dormido del Uchiha, sus facciones delicadas descansado en la inconsciencia parecían lo contrario al debate entra la vida y la muerte que enfrentaba el doncel. A Kisame se le estaba cumpliendo su peor pesadilla, tenía tanto miedo que la visión de Jashin en el cuerpo de Hidan parecía un estúpida historia de niños comparada con ver morir a Itachi.
Ahora se lamentaba de todo: de la bofetada, de los gritos, del cabello. Lamentaba haber borrado la sonrisa de su amado esposo por no saber cómo reaccionar. ¡Y es que no era su culpa! Él era un idiota, y debió advertirle al Uchiha que colocar su corazón en las manos inexpertas del ministro era un error. Servían hábiles empuñando a Samehada, sin embargo, Hoshigaki no era más que un emocional debilucho que no tenía control sobre sí mismo ni conocimiento de lo que realmente era el amor.
Tembló levemente cuando quiso imaginar su vida sin Itachi, entonces el corazón latió lento y parsimonioso, para convertirse en un enorme agujero. Cabalgó con más prisa, para salvar la vida de su esposo y nunca más dejar una expresión amarga en él. Lucharía para hacerlo feliz cada día de su vida.
Llegó, después de tortuosos cuarenta minutos, a un pueblo remoto de la frontera. Pidió, gritó y clamó por ayuda para el Uchiha, pero las miradas indiferentes de los ciudadanos era lo único que encontraba entre la miseria y la pobreza de los escuálidos malvivientes.
Nadie pretendía brindarle más que alguna mirada lastimosa y un sentido pésame por esa persona, que pronto sería un cadáver frío en sus brazos. Kisame quería llorar, frustrado ofreció todo el dinero que traía consigo, enseñando el saco de coronas doradas que contenidas en un pequeño saco. Ofreció el anillo de ministro que valía todavía más. Pero aunque la ruina reinara y todos quisieran tomar el dinero, nadie tenía idea de cómo ayudar al doncel inconsciente.
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Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊
FanfictionUn doncel que se vendió por la paz de dos naciones. Un religioso que se niega a perder su fe. Un don nadie que vive entre lujos. Lo único que tienen en común es que coexisten en lo mítica torre roja, el palacio de gobierno de Akatsuki. Deidara anhel...
