LII

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Shisui era un tipo listo; quizá tenía demasiada suerte, podía ser su instinto lo que lo guiaba en la penumbra de su misión más difícil, pero no cabía duda que era excepcional en todo lo que hacía. Jugaba bien sus cartas, en el momento y lugar preciso.

Se levantó de la cama de la encargada de soporte, Mirai. Ella dormía plácidamente en un costado de la cama, completamente inconsciente. Shisui tomó las llaves y una carta, salió de la cabaña. Sobre los arboles que rodeaban el lugar estaban sus tres nuevos compañeros esperando la señal; alzó la mano y en pocos segundos los tenía cerca.

Caminaron en con cautela hasta los calabozos, Shisui pidió silencio y discreción, pero Hidan no se ceñía a la cadena de mando.

—¿Por qué vamos primero por Sasori y no por Deidara?

—Porque me da la gana —respondió Shisui sin siquiera girar su vista al costado.

—Porque Sasori está en una situación distinta y más accesible —respondió Kakuzu desde el entendimiento que le daba a la situación—. Deidara debe estar en la cabaña de algún capitán o algo así. ¿Me equivoco?

—En efecto, está en la cabaña del capitán del primer escuadrón —explica, determinando con su mirada si alguien más se acercaba. Estaban en mitad de la madrugada, algunos dormían y los pocos vigías que quedaban los confundían con patrulleros, mientras el resto estaba fuera—. Probablemente quieran unirlo a la hermandad, en el equipo de soporte, en el mejor de los casos.

—¿Y en el peor? —preguntó Itachi.

—Será comida para el pelotón.

Los cuatro mantuvieron el silencio tenso por un instante. Las cosas se saldrían de control si Shisui seguía con aquella actitud indolente, pero era un costo que pagaría porque su vida dependía de actuar como el hombre al que le robó la identidad, no podía flaquear.

—¿Insinúas que..? —comenzó el albino, colocando la mano sobre el hombro de Shisui, deteniéndose.

—¿Insinuar? Estoy siendo franco con ustedes, aquí no hay tiempo para decir las cosas amablemente —se quita con desdén la mano del doncel y lanza aquella mirada fiera a los ojos lila, incluso tras la máscara el moreno podía emanar frías emociones—. Sigue así y el platillo principal del ejército entero serás tú, San.

La tensión en el pequeño grupo eran densa, podía palparse en el silencio espeso que se coagulaba entre ellos, siendo las amenazas del capitán las promotoras de todo. Kakuzu chasqueó la lengua, probablemente aguantando las ganas de fundir el rostro de Shisui en la máscara blanca de ojos rasgados, mientras el Uchiha pensaba como detener al ministro si lo peor ocurría.

El taconeo suave de unos pasos ligeros los sacó a todos de su ensimismamiento. Tsunade caminaba a paso tranquilo junto a Shizune, sin reparar en los cuatro enmascarados, caminando hacia la celda de Sasori.

—Hagan silencio y síganme la maldita corriente —dijo Shisui—. Señorita Tsunade, ¿A dónde se dirige?

El moreno pasó el brazo sobre los hombros de ambas mujeres y se entrevió en sus intenciones una amenaza, la rubia rápidamente se alejó.

—¿Quién eres? —inquirió ella, manteniendo el control sobre sus emociones, intentando no provocar al hombre que sostenía una pequeña cuchilla cerca del cuello se Shizune.

—Un viejo conocido, anciana. Sigue tranquilamente mis instrucciones y nadie saldrá herido —ella se mantuvo caminando hasta llegar frente al pelirrojo—. Sabes dónde está el doncel rubio, ¿no es así?

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora