XXII

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El choque del metal resonaba en el campo de entrenamiento, mientras los ojos de Kisame se llenaban de aquellas hermosas coreografías de combate.

Kakuzu era más alto y fornido que Itachi pero estaba teniendo trabajo para contenerlo y esquivar sus movimientos. Se retraía sobre su posición y retrocedía conforme avanzaba el Uchiha, mientras sus ojos seguían con dificultad el arma enemiga.

—Vaya, vaya. ¿Estás realmente enojado por qué corté a Kisame? —soltó, enviando un contraataque.

El rostro sombrío de Itachi no había cambiado en absoluto, de hecho, mientras pasaba el tiempo sus ojos negros comenzaban a destellar un hermoso carmesí, cosa que confundía y fascinaba a su esposo.

Dio un par de saltos hacia atrás, tomando distancia del ministro y en una carrera rápida estaba en un segundo frente a las peligrosas fauces de Kakuzu, empuñando su katana con firmeza. Lanzó el golpe y el castaño lo detuvo con su arma, haciendo frente a Itachi.

—Tu tío perdió el tiempo contigo, te entrenó y enseñó todo lo que sabe ¿Para qué? Para que vinieras a ser el doncel sumiso de un verdadero guerrero —Kakuzu entrecerró los ojos adivinando la furia en los contrarios —. Qué lástima. Solo tienes un deber, parir.

—Yo tengo un propósito y una función, sí —se separaron por un momento y volvieron a un rápido intercambio de golpes, el aceró chillaba cada vez que una katana detenía a la otra —, pero eso quiere decir que tengo algo y a alguien, ¿tú que tienes? Un calabozo, unos presos... ¿Qué más?

—Poder, dinero, tierras, un cargo —le decía enseñando su cínica sonrisa.

—Y un enorme vacío. Nunca serás amado.

Las palabras de Itachi terminaron por hacer estallar a Kakuzu, quién se adelantó y lanzó feroces movimientos, batiendo su katana. Itachi apenas los esquivaba y contenía con su arma, pero logró evadir, en el último instante, ese corte diagonal que seguramente le cortaría el rostro de un extremo a otro.

Se agachó en el momento preciso y usó su cuerpo para derribar al contrario pero no pudo, el ministro tenía una firmeza en sus piernas poco común, llevándose un fuerte golpe en la nuca. Retrocedió y regresó más violento, dispuesto a cortar al ministro.

Ambos estaban en una danza frenética de golpes y cortes que no llegaban que morían en el aire, mientras sus respiraciones fluctuaban, volviéndose espesas y difíciles. Kakuzu podía ver el vago reflejo de Madara en el rostro sediento sanguinario de Itachi.

—¿Quieres matarme? —preguntó Kakuzu.

—Yo no soy un asesino como tú, esto es un entrenamiento.

Los ojos oliva parpadearon y el cuerpo del Uchiha  se desvaneció en un segundo, ahí frente a él, la figura del Uchiha parecía haber sido arrastrada por el viento. Al sentir el metal afilado en su cuello entendió lo que había ocurrido, era la misma técnica que Madara utilizó en aquellos años de luchas interminables. Itachi estaba atrás de él, encerrando su yugular con la hoja afilada.

—Terminé.

Se separó de Kakuzu y ante el rostro atónito de Kisame, quien no sabía que había sucedido, enfundó la katana e hizo una reverencia para despedirse.

Kakuzu maldijo en su interior. Los malditos Uchihas nunca había podido vencerlo de no ser por esa absurda técnica. Sus movimientos era buenos, sus tecnicas de combate también, pero Itachi, como Madara en aquel entonces, tuvieron que recurrir a ella para dejarlo en una posición de jaque. Aunque Madara no se retractó y sí lo cortó, su cara fue la que se llevó la peor parte. 

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora