XXXVI

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La tempestuosa lluvia no cesaba, y aquellos dos continuaban besándose en medio de ese espeso bosque.

Kisame no podía controlar la adrenalina que corría por sus venas cada vez que tenía a Itachi entre sus brazos, al mismo tiempo que Uchiha cedía ante sus instintos más prístinos. Ninguno dejaba al otro una brecha para respirar adecuadamente.

No, aquello no era la reconciliación que debían darse. Era sólo un desahogo emocional de lo que ambos sentían, como lo fue la lucha de espadas, donde llevaron sus cuerpos al límite, ahora estaba en una batalla campal de pasión desbordada.

La armadura, la camisa y la cota de malla de Itachi cayeron sobre el haori negro de Kisame, mientras estos dos continuaban la inestable contienda.

Uchiha rodeó a Hoshigaki con sus piernas cuando éste le tomó en brazos. Recostados a un árbol, Kisame contenía las ganas de hacerlo suyo ahí mismo, sin que esto surtiera demasiado efecto. Había pasado casi un mes desde su llegada al país del Fuego y en todo ese tiempo Itachi había tomado una distancia prudente de estas acciones pasionales, ya que estaban en casa de sus padres, lo que dejaba como resultado, al ministro reprimiendo sus deseos.

Ahora que lo tenía ahí, semi desnudo, bajo la lluvia, lejos de la mirada de todos, en medio de la noche, Hoshigaki no hizo amago por detenerse y le hizo el amor a su esposo. Sin importar que ninguno de los dos estuviera en sus cabales; que Itachi estuviera en medio de un duelo y él mismo aún sintiera la rabia escocerle el corazón.

Bajó a Itachi y lo giró hacia el gran árbol al que había usado de apoyo todo el tiempo. Contempló su espalda pálida, pintada de un rojo tenue por las caricias más rústicas que le había proporcionado, cuando un rayó cayó e iluminó brevemente a los dos amantes.

Le sostuvo las caderas con rudeza, presionando con una brutalidad medida, en la que cuestionaba la resistencia del Uchiha. Sí, quería desquitarse, e Itachi no protestaba ante ello, y eso  le enojaba más, quizá; porque ni siquiera sabía lo que sentía. Las embestidas eran feroces, y en un momento de completa ofuscación, lo sostuvo de la corta melena azabache y tiró su cabeza hacia atrás, topándose con la sonrisa felina más genuina que había visto en el Uchiha.

—¿Es todo lo que tienes? —dijo con un tono grave y ronco, provocando a Hoshigaki.

El sexo entre ellos siempre había sido suave, gentil, calmoso. Pero ésta vez, llenos de emociones que fluctuaban sin fin, ambos cedieron ante la lujuria y el desenfreno. Se les escapaba el placer a través de los labios como gemidos fuertes y claro, que resonaban a la nada del bosque oscuro. Itachi clavó las uñas en la corteza del árbol cuando el placer lo terminó superando. 

Kisame no se separó incluso después de que ambos llegaran al clímax. Se quedó ahí, unido al otro, enterrando sus fauces en el cuello del Itachi, mordiendo la piel pálida, saciándose de su textura y sabor, hasta que las piernas del menor temblaron, amenazando con descompensarse.

Minutos después, recuperados de la fatiga, se vistieron con la ropa empapada, sin decirse nada uno al otro, evitando la mirada del contrario, tratando de no tocarse. incomodo, hermético. Parecía que nada hubiera sucedido.

 Parecía que nada hubiera sucedido

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Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora