Capítulo siete.

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La expresión de terror que debo tener en estos momentos debe ser tan intensa y demostrativa que puedo ver por el rabillo del ojo como Loan oculta una sonrisa con su puño.

Mierda.

Es lo único que puedo pensar.

Mientras tanto, no quito mis ojos del rubio. Apenas puedo pasar desapercibido que hoy se ha vestido más formal y elegante de lo normal; lleva un traje azul marino oscuro que hace conjunto con sus ojos ahora divertidos por la situación, y su cabello bien peinado aunque lo lleva algo alborotado, dándole un aspecto más natural. Él no ha dejado de mirarme tampoco y de igual forma, parece más encantado con la situación que yo.

No necesito que se burle de mi.

Si, necesito hacer un reclamo... De que eres un...

Respiro hondo y sacudo la cabeza en negativa.

—No, ninguno—abro la boca entonces. Incrusta sus auras en mi junto con su ceja levantada, luciendo aun mas egocéntrico—Volveré al trabajo. Nos vemos luego, Loan.

Me levanto del taburete en cuestión mientras tomo la taza de café que apenas tome. Le doy un saludo a Loan con la mano mientras me permito pasar por al lado del mastodonte. Antes de liberarme, puedo escuchar su voz y su cálido aliento golpear contra mi oído:

—Espero que así como se siente libre de reclamar mi ausencia, haya terminado los labores que le pedí, señorita Broke—dice, con la voz baja y segura. Los bellos de mis brazos se erizan, mientras el corazón se me atasca en la garganta.

Cierro los ojos y los aprieto con fuerza.

Solo capaz de asentir para que él entonces se termine de correr, dándome paso. Entonces salgo de ese infierno y me escabullo en el escritorio.

Que idiota soy.

Llevo ambas manos a mis cabeza mientras la sostengo en una demostración de frustración. Debo tener la boca callada, lo sé, pero hay algo en ese tipo que hace que en mi interior haya una revolución y querer ladrarle todo el maldito tiempo. Algo en él saca lo que quise esconder siempre. No sé cuanto tiempo aguantaré con esto y con mis ganas de decirle unas cuantas cosas...

Después de pensar y dar vueltas a la situación bochornosa que acabo de pasar, decido que voy a terminar con los documentos y para cuando los tengo listos, los guardo en sus respectivas carpetas.

Las tomo entre mis manos para así, con la poca dignidad que me queda, caminar hacía la puerta de vidrió grueso que separa a este hombre de mi. Me armo de valor en una respiración honda y golpeo con suavidad, esperando su respuesta.

—Adelante—responde su voz ronca del otro lado.

Al abrirla despacio, me encuentro con su figura un tanto encorvada y la mirada puesta en una tableta blanca mientras está sentado en el sofá de cuero negro que vi la vez pasada. Apenas me dirige la mirada. Puedo ver que lleva puesto unos lentes que, a mi sano juicio, le quedan excelente.

De todas formas, no lo admitiré en voz alta jamás.

Respiro hondo.

—Le dejo los papeles que me pidió—indico, mostrándome segura. Él entonces alza la vista y su ceño se arruga un tanto—Si quiere, puede darle un vistazo. Estaré en mi lugar por cualquier duda.

Sin decir una palabra, se levanta y con paso lento mientras esconde sus manos en los bolsillos de su pantalón, mira hacía las carpetas que deje hace unos segundos en su lugar de trabajo. Luego, de los que creo que son unos eternos segundos, ancla sus ojos intrigados en mi.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora