Capítulo treinta y dos.

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—¿Segura que tienes todo?

—Ya es la tercera vez que me lo preguntas—me reprende Chiara mientras rueda los ojos.

Emito su expresión y me quedo en la acera del aeropuerto mientras veo como arrastra su segunda maleta con fuerza una vez el taxi que nos trajo reanuda su marcha. No puedo evitar sacudir la cabeza con negación. Menos mal que decidí salir tres horas antes para poder hacer los trámites con tranquilidad, porque de ser por ella...

Me cuelgo el bolso en el hombro.

—Si te diste cuenta que llevas dos maletas, ¿verdad?

Le doy un vistazo rápido mientras entramos. La gente con boletos de avión en sus manos nos reciben por todas partes.

—Si, ¿y?

—¿Piensas matar a alguien allí y esconderlo en una?—alzo una ceja mientras abro mi botella de agua. Ella bufa y añado:—Es que joder, Chiara. No quiero ser aguafiestas, ¿sabes? Pero solo será una semana y tú parece que te mudas.

Sacude la cabeza con fingida indignación.

—Tal vez encuentre a algún viejo verde que quiera mantenerme de por vida y así tendría que quedarme—se encoge de hombros—¿Quién sabe?

Casi que escupo el agua que estoy tomando. La miro con los ojos como platos. Paso mi dorso por mis labios y niego con la cabeza, escondiendo una sonrisa. Algo me dice que este viaje solo recién empieza.

—Ya me estaba olvidando lo que significaba viajar contigo—señalo con burla.

Me enseña el dedo del medio. Toma la manija de la maleta y tira de ambas hacía delante.

—Venga, vayamos a buscar un café antes de que el deseo de querer matarte sea más fuerte.

Nuestro vuelo sale a las doce del mediodía, hemos rentado un pequeño apartamento cerca del Time Square aún cuando Max y Loan quisieron darnos hospedajes en sus departamentos, pero no aceptamos. Si vamos a hacer este viaje, va a ser por nuestra cuenta y cubriendo nuestros propios gastos. Y aunque Max no le haya gustado mucho la idea, la ha aceptado. No puedo evitar soltar una pequeña sonrisita tonta que escondo con la taza de café que llevo en las manos.

Chiara se puso sus cascos y está trabajando desde su computadora mientras yo me dedico a mirar a las personas. Hay mucha gente yendo de una punta del mundo a otra y otros llegando por primera vez aquí.

Estoy contenta. Claro que lo estoy. Después de todo estaremos juntos todos otra vez y siendo honesta, me gusta. Me agrada la idea de visitar lugares con mi prima que antes no tuve tiempo de ver, como también de compartir una cena sin que el desenlace sea entre disparos y hospitales.

Quiero tener un viaje normal y tranquilo. Espero no sea mucho pedir.

—¿Crees que la abuela estará bien?

Alzo la mirada hacía Chiara.

—Eso espero—me encojo de hombros—Ya sabes como es. Estoy segura de que no va a necesitar nuestra ayuda.

—Somos nosotras quien necesitamos de ella.

Suelto una sonrisa y ella también lo hace. Tengo de nuevo la vista en los demás cuando siento de reojo que ha dejado la computadora y se ha quitado los auriculares.

Vuelvo a darme la vuelta para verla. Lleva ahora el rostro serio, frunzo el ceño.

—¿Qué sucede?

—Ayer recibí una llamada...—dice. Echa el cuerpo hacía atrás para tocar con el respaldo de la silla y respira hondo, me mira fijamente antes de añadir:—Era mamá.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora