Capítulo veinte.

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Las semanas siguientes pasan sin ningún tipo de inconveniente.

No hubo más cartas inesperadas, no hubo regalo de flores ni mensajes extraños. Todo transcurrió sin problema, y una parte de mi se alegra de ello. Todavía no me olvido de mi ataque de aquel día. Al parecer nadie más toco el tema y Max tampoco me ha vuelto a preguntar, pero sé que solo lo hacen para no incomodarme. Lo hacen porque saben que es un tema difícil de dirigir para mi.

Y eso ayudó a que pudiera relajarme. A no sentir que me estaba ahogando.

Suelto un suspiro sonoro cuando dejo las bolsas de la compra sobre la mesada de la cocina de mi nuevo departamento.

Luego de que salí de la empresa con Jess el día que ataque a Valentin, nos reunimos con su conocida y pudo mostrarme el apartamento ese mismo día. No tardé mucho en quedar encantada con el lugar. Y ella no tardó mucho en rentármelo. Al parecer quería tener alguien aquí antes de irse a vivir con su esposo a California.

Jess estaba entusiasmada cuando acepté su oferta ya que el pequeño ambiente queda a algunas calles del departamento de Loan y otras pocas cerca del de Max. Empezó a decir que podríamos vernos mucho más seguido que antes y que aquí estaría más segura con ellos alrededor. Me llenó un sentimiento de calidez en el momento que lo dijo con tanto entusiasmo y alegría, pero no lo dije en voz alta.

Hay sentimientos que es mejor guardarse para uno mismo.

Y ahora estoy aquí. Viviendo en un departamento que tiene unas grandes vistas a la ciudad ya que se encuentra en uno de los últimos pisos y yace con ventanales por todo el comedor. También tiene una amplia cocina con una isla de mármol a pesar de que no es grande como el que tiene Max o también Loan—aunque todavía no tuve la oportunidad de conocer el de este último—, pero no dudo que sea igual que el de su amigo.

Lo que más me gusta de la residencia son las escaleras que separan mi cuarto del living. La habitación fue construida arriba y aunque es pequeña, para mi va perfecta. También tiene ventanales que permiten que la luz del día entren con mucha fuerza y iluminan la estancia en perfectas condiciones. Podré pasar el invierno sin problema alguno aquí.

Por suerte pude buscar mis muebles al antiguo edificio en cuanto cerré el contrato. Max fue quien me acompaño y suerte también que llegué antes de él, porque me había olvidado el desastre que dejé aquel día cuando encontré la carta. Puedo volver a recordar de nuevo como se me encogía el estomago. Él llegó poco tiempo después, cuando todo estaba medianamente acomodado. Tuve que mentir y disculparme por el desastre.

Apenas se muto y ambos sacamos mis cosas con ayuda del personal que contrató a pesar de que me negué. Nota mental: Max Well nunca aceptará un no.

Voy repartiendo la mercadería que compré en la alacena cuando el móvil me suena.

En cuanto atiendo, el cabello rojo de mi prima aparece delante de la cámara.

—¿Qué rayos te pasó en la cara?

—Yo también te he extrañado.

Rueda los ojos. Vuelve a centrar su vista en mi rostro.

—Si, si. Después tendremos tiempo para lo sentimental—dice—¿Porqué llevas esos rasguños?¿Que sucedió?

Borro entonces toda la sonrisa de mi rostro. Me remuevo incomoda.

—Sucedió de nuevo—murmuro.

Ella borra también toda la confusión. Abre los ojos como platos.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora