Capítulo cincuenta.

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Loan.


—Cariño, relájate.

Mi prometida parece no escucharme. Sigue caminando de un lado a otro, mordiendo sus uñas en un impulso nervioso, mientras con su otra mano libre sostiene el móvil contra la oreja. Espera unos segundos y luego vuelve a bufar.

Creo que es la cuarta vez en diez minutos que lo hace.

—Jess...—vuelvo a insistir.

Ella ahora capta mi voz. Me mira a los ojos. En ellos centella la preocupación.

—No responde. Nadie responde—sacude el aparato frente a mis narices con urgencia. Suspira y se pasa una mano por la frente—Ya ha pasado más de una hora, Loan. Y no sé donde demonios está, ni con quién, ni como carajos fue a parar a Boston. Voy a asesinarla.

Me levanto de la silla y me aproximo hacía donde está. La tomo por los hombros en un intento inútil de darle seguridad.

—Ella está bien—determino cada una de las palabras. No sé si para que ella se sienta más segura o para que yo no dude tampoco. No deseo asustarla con mis preocupaciones—Si fue hasta allí, será por algo. Sabes como es Sam. La conoces lo suficiente para saber que cuando no se encuentra bien, huye.

—No siento como si ahora sea por eso, Loan. Algo... Algo me da mala espina.

Se suelta de mi agarre para volver a caminar por el salón. Pero está vez se apoya contra el respaldo del sofá de terciopelo que eligió comprar años atrás. Respiro hondo. Tiene razón, yo también presiento algo distinto.

Que complicado es el mundo de la italiana.

Se metió en nuestras vidas como un imán. Es cierto, no para de meter la jodida pata, pero mentiría si no me siento identificado con ella. La veo y no puedo evitar pensar en mi hermano... Ha sufrido tanto todo este tiempo, sola, sin el apoyo de nadie más que no sea su prima. Llegó a nosotros por una casualidad y terminó por volver a dar vuelta nuestras vidas.

Y aquí estamos, esperando su llamada. Esperando saber algo.

Pero las horas pasan y no hay rastro. Y ya estoy dudando en si debería avisarle a Max.

Cierro los ojos con tan solo imaginar su reacción. Se volverá loco. Siempre se vuelve loco con ella. No lo juzgo, yo también moví cielo y tierra por Jess años anteriores. Dirijo la mirada hacía ella una vez más. No se percata de mi, pero no puedo evitar recorrer su cuerpo esbelto, su cabello castaño y lacio caer como cortina por su espalda y como su piel casi de porcelana, de ese color avellana que tanto me cautivó, está limpia de maquillaje.

No. No podría no desesperarme. Tengo suerte de tenerla conmigo.

Samantha ha hecho muchos juegos sucios, pero, ¿Quién no los ha hecho alguna vez? Yo soy el primero en ponerme de su lado. Yo haría lo mismo si alguien me hubiera lastimado y engatusado tanto como Jack lo hizo con ella.

Buscaría venganza. Buscaría matarlo con mis propias manos.

Porque habría jodido casi toda mi existencia.

¿Quién no comete errores?

Ella intenta soltar ese dolor que lleva hace tiempo guardado. Intenta hacerlo a través de la venganza, del resentimiento, de la decepción. Y eso... Eso nunca trae nada bueno al final. Está sedienta de darle su merecido. De querer ver como sufre como ella lo hizo bajo sus garras.

Pero lo único que termina siendo es una novata. Una novata contra el mismo demonio. Jack sabe jugar. Sabe jugar con su cabeza. Siempre lo sabrá hacer. Lo hizo una vez, ¿quién dice que no lo hará una vez más? Disfruta de dejarla descolocada. No sé que tipo de obsesión tiene con ella, pero es antinatural. Es algo típico de un psicópata.

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