DESTINOS ENCONTRADOS.

Capítulo treinta.

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Jessica.

Joder, joder, joder, joder.

Subo de dos en dos los escalones que me separan a mi de Loan y Max. No puedo evitar pensar en Sam y en si logró sacarse de encima a esos tipos. O por lo menos, esquivarlos el tiempo posible para que yo pueda tomar el arma. Hace tanto tiempo que no me encontraba en una situación como la de ahora. Casi que había perdido la costumbre de estar acelerada y con la adrenalina a flor de piel, pero desde que Samantha está aquí, todo me recuerda al pasado.

Suelto una bocanada de aire cuando llego al piso que esa rubia imbécil me indicó.

Veo la puerta que lleva el número 512 y doy un trote hasta ella. Entonces recuerdo que Sam me pidió que no dijera nada. Pero no me había puesto a pensar en que cojones voy a decirle a Loan entonces. Tendré que usar mis habilidades de actriz como cuando iba a la secundaria.

Alzo la mano y golpeo. Puedo escuchar sus voces y risas desde dentro.

Una punzada se alza en mi estomagó, joder, no quiero mentirle a Max. No de nuevo. No quiero que vuelva a pensar que le oculto las cosas pero también sé que está no es mi decisión; que ella lo quiere así.

¿Porqué me ponen en esta situación?

Se oyen pasos, segundos después, mi novio me recibe. La sonrisa que llevaba, esa que tanto me encanta de él, ahora pasa a ser de sorpresa. Está claro que no me esperaba aquí.

—Cariño—habla—Que sorpresa.

Le doy mi mejor sonrisa aunque mi cabeza por dentro dice que tengo poco tiempo.

—Hola, amor.

—¿Qué haces aquí? Ven, pasa. No te quedes ahí fuera.

Apoya su mano en mi parte baja de la espalda y me empuja hacía adentro.

Loan, por dios, no es momento de ser el novio cariñoso y atento.

—Escucha... No quiero molestarlos—empiezo mirando hacía todos lados. No hay rastros de mi amigo rubio. Vuelvo a mirar a Loan e intento parecer lo menos nerviosa, él se cruza de brazos y está atento a escucharme—Es que estaba en el cuarto y me acordé que había dejado mi sudadera en tu coche anoche. Y vine a buscarla.

Él ladea la cabeza, una sonrisa divertida se asoma en su rostro.

—¿Viniste hasta aquí por una sudadera? Podía habértela alcanzado más tarde.

Me encojo de hombros. Dios mío.

—Es mi favorita—digo.

Es entonces cuando escucho ruido en la puerta y Max es quien entra por esta con el saco del traje colgando de su mano. En cuanto me ve, sonríe. Lleva su móvil en la otra mano. Mi pulso se acelera. Joder, que no haya visto a Sam. Que no haya visto a Sam...

—Hey—saluda. Se acerca al escritorio que yace cerca del ventanal y toma asiento en la silla. Enseguida prende su computadora—¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine por la sudadera que deje en el coche de Loan.

Me mira y frunce el ceño.

—¿Por una sudadera?—pregunta lo mismo que su amigo. Tengo intención de rodear los ojos, son tal para cual.