Capítulo dieciocho.

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Mierda.

Mieeeeerda.

Soy consciente de que me ha hablado. Lo soy, de verdad. Pero la vista que estoy teniendo ahora mismo no me deja concentrarme.

Esta frente a mi y mis ojos divisan cada diminuta parte de su definido cuerpo. Todo en él esta tan... Jodidamente bien. Siento mi respiración irregular cuando recorro sus pectorales bronceados, para luego seguir con sus abdominales y terminar en...

No. Carajo. Estoy siendo una maldita bola de hormonas.

Parezco una cría que está viendo un cuerpo varonil por primera vez. He visto muchísimos en mi corta vida pero el del hombre que tengo delante mío me llama más que cualquier otro. Tampoco es que he tenido bastante tiempo estos últimos años para fijarme en un hombre. ¿Está bien justificar mi repentina marea de hormonas con eso?

Sacudo la cabeza. Necesito concentrarme antes de que me vea como una completa imbécil. Ya empiezo a sentir calor en zonas para nada cómodas.

—Yo... Lo siento—tartamudeo. Aferro la bata a mi cuerpo en un intento de cubrirme más—Estaba buscando los toallones. No sabía que era tu cuarto ni que vendrías... Lo siento.

Él me mira con aire divertido. Parece lejos de estar ofendido por interrumpir en su espacio que debería ser privado e intimo.

—Está bien—encoge sus hombres sin mostrar demasiado interés.

Lo miro incrédula.

—¿Está bien?—repito—No... ¿No te... No vas a decirme nada?¿Solo está bien?

—¿Por qué debería molestarme?

—Pues porque entré en tu cuarto, estoy en tu maldita casa e incluso estoy desnuda bajo la bata. ¿Y me preguntas porqué?

Estira la sudadera que tenía entre sus manos y se la pone, haciendo que no pueda evitar ver como sus brazos se flexionan y reflejan un poco de tinta de algún tatuaje que se esconde en su lado izquierdo, sin llegar a sus costillas.

—Me gusta que seas demasiado detallista en tus contestaciones—dice con cierta burla en sus ojos. Rodeo los ojos pero siento mis mejillas calentarse y tengo que bajar la cabeza para que no me vea. Me siento patética. Él suspira sonoramente—Sam, tranquila. Sabía que estabas aquí.

Vuelvo a alzar la mirada. Ahora alarmada.

—¿Ah...si?

Asiente.

—Loan fue quien me avisó al respecto—explica. Empiezo a sentir mi pulso acelerarse y no de la buena manera—, dijo algo acerca de que tu departamento tuvo unos inconvenientes con el agua y fui yo quien le dijo que te trajera aquí.

Cierro los ojos involuntariamente cuando siento el alivio recorrerme el cuerpo entero pero hago que no se me note.

—Él me dijo que tú no estabas enterado.

Se cruza de brazos.

—Si, también fui yo quien le dijo que no supieras que estaba enterado.

—¿Y eso por qué?

—Porque de habértelo dicho yo mismo no hubieras aceptado—declara.

Frunzo el ceño.

—Eso no es verdad—replico.

Alza una ceja.

—¿Lo hubieras hecho?¿Hubieras aceptado?

Lo pienso unos momentos. Posiblemente no. No lo hubiera hecho por el simple hecho de no querer verme como una imbécil delante suyo. Esto suponiendo que solo haya sido por un pequeño problema de cañerías y no por unos tipos que me están buscando desde hace años. Pero esto último él no puede saberlo, así que solo muevo con frenesí mi pie y sacudo la cabeza.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora