Capítulo diez.

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—Alguien ha tenido una buena noche el viernes, eh.

Fulmino con la mirada a Loan, quien se acerca a mi después de entrar a la cocina de la empresa. Lleva una sonrisa socarrona en el rostro.

—Por favor, no me lo recuerdes...

Aprieto los dedos contra mi frente, suspirando.

Si, todavía me sigo repitiendo que he sido una idiota irresponsable.

—Oh, vamos, Sam. Tienes veinticuatro años, tampoco es que has matado a alguien—dice él. Sirve su café en la taza que sostiene. Hago una mueca de disgusto y ríe—¿Tan malo fue?

—No—respondo aunque no añado los detalles de que no me he acostado con el tipo, ahora Valentín—Pero es que... Nunca he hecho algo como eso. Por eso no es de mi agrado tomar más de la cuenta. Siempre termino metiendo la pata hasta el infierno.

Asiente, y sé que me entiende. Supongo que en algún momento él lo ha hecho. Me lleva cinco años arriba y no parece un hombre reservado de los que se esconden en la alcoba sin que hablar con nadie.

Loan es todo lo contrario.

—No te preocupes por eso. Tal vez necesitabas olvidarte de cosas—señala mientras se encoge de hombros. Sonríe y me aprieta el hombro—La próxima ten por seguro de que no dejaré que Jess te de ese trago.

Sonrío negando con la cabeza.

—Ella no aceptará un no, ¿cierto?

—Estas en lo correcto—asegura.

Lo veo alejarse después a su lugar de trabajo y hago lo mismo.

Apenas son las once de la mañana. Max no llega hasta pasada las tres de la tarde, o eso me informado hoy temprano. Así que aprovecho a terminar mis trabajos pendientes con tranquilidad.

La empresa hoy está con menos movimiento de lo normal. Y pienso que quizás es porque él no está aquí, muchos de sus clientes han optado por llamarle o dejarme de recado que los deje anotado para mas tarde. Así que de eso me encargo cuando termino los documentos y los guardo en las carpetas, para luego ir a su oficina y ordenar todo para su llegada. No es un hombre al que le guste el desorden.

Voy terminando de acomodar su computador cuando mi móvil vibra contra el bolsillo trasero de mi pantalón negro.

—Hey, tú—saluda mi prima pelirroja desde el otro lado.

—Hey. ¿Cómo va todo?

Iba a preguntarle porqué su llamada cuando recuerdo que allí son seis horas mas que aquí.

—Bien...—su tono de voz no parece seguro.

Frunzo el ceño y dejo de acomodar, para mirar hacía los ventanales.

—¿Qué sucede?—pregunto un tanto preocupada. Ella no responde—Chia...

—Hable con el fiscal.

Entonces, mis pensamientos y todo lo que estaba haciendo, se detiene. Me quedo plantada en el lugar. Creo que la respiración también se me ha cortado.

—¿Qué te dijo?—consigo articular en un murmuro.

Ella suspira. Ese suspiro no me agrada.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora