Capítulo treinta y seis.

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—Pero... Pero—tartamudea Chiara, aunque las palabras no le terminan de salir. Mira con los ojos como platos a ambos y sacude la cabeza, consternada.

—Chia...—comienzo.

—¡Pero serás!—aúlla entonces con su mirada verdosa echando fuego. No a mi, sino a mi compañero, quién la mira con el ceño fruncido sin mutarse.

De un momento a otro el pequeño cuerpo de mi prima está saltando hacía él, quién lo toma por sorprendido y ambos terminan cayendo al suelo. Vuelvo a escuchar a la colorada decir algunas exclamaciones incoherentes mientras Eric intenta frenar sus golpes tomándola de las muñecas aunque aún así termina recibiendo algunos.

—¡Chiara, no!—exclamo alto mientras la tomo de la parte baja de los brazos y la arrastro lejos—¡Maldita sea, cálmate!

—¡Hijo de puta!¿¡Que demonios te crees que haces aquí!?¿Cómo has entrado?—farfulla removiéndose de mis manos. La sostengo con mayor fuerza cuando comienza a patear hacía Eric—¿Qué ibas a hacer?¿Secuestrar a mi prima?¡Oh, claro que si, porque eres una puta mierda!

El morocho le da una ojeada sin preocuparse demasiado por la desesperación de ella y se lleva la mano a la frente para frotarse. Luego me da un vistazo a mi antes de levantarse.

—Joder, y yo que pensaba que tú estabas loca...

—Somos familia, ¿recuerdas?

—¿¡A quién le dices loca!?—vuelve a exclamar Chiara. Ruedo los ojos.

Eric cierra los ojos perdiendo la poca paciencia que emana su delgado cuerpo.

—¿Puedes pedirle que se calle?

Frunzo el ceño.

—Yo no soy su madre.

—Entonces le daré un disparo en la frente.

—¿¡Qué!?—vuelve a chillar ella. Se remueve con mayor fuerza, soltándose de mis manos y queriendo tirarse de nuevo contra él pero la retengo a milímetros—¡Juro que si no te mata ella lo haré yo!

—¿Cómo estás tan segura rojita?—contraataca él con una sonrisa torcida.

Me interpongo entre los dos.

—¡Basta ya! Pueden matarse después si quieren pero ahora dejen de gritar o llamarán los vecinos a la policía—le doy una mirada rápida a mi prima—¿Puedes calmarte?

Con una mala mirada, frunce el ceño y se cruza de brazos como niña pequeña cuando no obtiene lo que desea. Asiente a regañadientes sin darle un solo vistazo a mi compañero. Respiro hondo y miro a Eric.

Él suspira y asiente.

—Vale, me comportaré.

—Bien—murmuro con alivio. Sacudo la cabeza.

—¿Qué está haciendo aquí?—pregunta la colorada en voz baja está vez. Sus facciones se han relajado un poco y sus hombros no están tensos, o no por completo.

—Siéntate.

Ella asiente y se dirige al sofá sin chistar. La miro paciente, comienzo a creer que el repentino ataque de histeria que tuvo la ha cansado. O se ha resignado y está esperando que Eric cumpla con su palabra de dispararle.

De repente, siento un tibio aliento en mi oreja.

—¿Estás segura de que no va a darle un infarto?

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