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No escucho los latidos de mi corazón.
Tampoco presto atención a nada más alrededor. El cuerpo actúa por si solo y me dirige a toda velocidad hasta las escaleras del hotel. No hay tiempo para esperar el ascensor y lo único que sigue rebobinando en mi cabeza es aquella risa maliciosa.
Como si esto fuera un maldito juego para él.
Sostengo los barandales que me llevan arriba con fuerza aunque se resbalan por el sudor. Subo los escalones más rápido de lo que alguna vez creí. No estoy aliviada en absoluto aún cuando llego a la puerta y golpeo la madera con tanta fuerza que parece que la voy a romper. Estoy temblando, no siento mis extremidades, mi cabeza solo está concentrada en alguien: Jessica.
—Ya voy—escucho su voz a lo lejos. Los segundos en que tarda me desesperan, así que vuelvo a tocar ansiosa—¡Joder, que ya voy!—sus pasos se acercan a la puerta y cuando abre, me da una sonrisa divertida—Ah, eres tú. Pensé que era de nuevo el botones, lleva toda la mañana...—no dejo que siga hablando. Apenas la miro cuando la empujo a un costado con menos suavidad de lo que me hubiera gustado y me adentro al cuarto—¿Estás bien?
La habitación es grande. Demasiado grande. Miro la cama que se encuentra en el medio de está, el baño está al otro lado del lugar y noto que la puerta está abierta. Vuelvo a girarme para verla. Estoy segura de que se percata de mi cara pálida porque me mira con ahora preocupación y sorpresa.
Me quedo estática cuando veo que, efectivamente, lleva un traje de baño azul.
Dirijo mis ojos a los suyos.
—¿Tienes terraza?
Asiente confundida.
—Si... ¿Por qué?¿Que sucede?
No le respondo. Doblo sobre mis talones, camino velozmente hasta las cortinas que esconden la terraza y cuando las abro, me doy cuenta de que está tiene vistas hacía la catedral. La cima le roba unos metros de altura a donde estoy parada pero no lo suficiente como para que alguien pueda observar sin ningún problema la habitación.
Busco con la mirada alarmada algún indicio que me diga que alguien está ahí o lo estuvo. Pero es poco lo que puedo ver desde aquí teniendo en cuenta que el sol me está interrumpiendo.Entrecierro los ojos y entonces, lo noto.
Donde se encuentra la campana hay alguien. Va de negro pero no es eso lo que termina de alterarme, sino el pequeño punto rojo que me enfoca unos segundos después. Mi cuerpo se paraliza. Escucho de lejos la voz de Jess, está confundida. Pero mis labios no se mueve. Se quedan fijos. Todo en mi se queda mudo sintiendo la fina capa de sudor recorrer mi columna. La persona que me enfoca se toma su tiempo.
Como si estuviera dándome un breve mensaje.
Y cuando siento que nada puedo ir peor, que ya fui atrapada, él cambia la dirección de la situación y el punto rojo ahora enfoca algo más. Giro la cabeza lentamente hacía su destino. Mi corazón se detiene al darse cuenta de donde está apuntando. No consigo hablar, decir algo. Solo actúo. Me obligo a salir de mi zona de aturdimiento y entro a zancadas, casi corriendo, de nuevo a la habitación.
El punto rojo está siendo apuntado en le pecho descubierto de mi amiga.
Su mirada baja, con miedo, y al darse cuenta de la situación, vuelve a subir la cabeza para mirarme con los bien abiertos; está aterrorizada. Y yo también lo estoy. No permito esperar más de lo necesario, y cuando me abalanzo sobre su cuerpo, cayendo al suelo ambas, suena el disparo.
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DESTINOS ENCONTRADOS.
Romance𝑀𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑚𝑎́𝑠 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑡𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑙 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜, 𝑒́𝑙 𝑣𝑒𝑛𝑑𝑟𝑎́ 𝑐𝑜𝑛 𝑚𝑎́𝑠 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑟𝑑𝑎𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑐𝑎𝑝𝑎𝑟. Samantha estaba bien siendo asistente de...