Capítulo cincuenta y cinco.

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El silencio que abrumaba la sala se rompe con una pequeña carcajada de Max.

Lo miro, pero no digo nada. Estoy sorprendida. Demasiado sorprendida. Hasta el punto de comenzar a pensar que esto parece ya una maldita película de terror.

—Vale, estás de broma—dice el rubio, con una sonrisa amarga en el rostro.

Si no fuera porque el morocho se haya detrás mío, estoy segura de que no dudaría en volver a romperle la nariz.

—No puedes estar hablando en serio—agrego.

Busco alguna negación de parte de Chiara, pero está tan sumida en sus pensamientos que no consigo respuesta. Sin embargo, Eric no nos sigue en lo chistoso que suena todo esto. Frunzo el ceño entonces y giro la cabeza hacía arriba, donde sus ojos se encuentran con los míos por una milésima de segundos.

Nunca vi tanta seriedad en su mirada. No parece estar bromeando...

Joder, que no está bromeando.

—Una cómplice, entonces—concluye Matt.

—¿Cuando?—pregunta William, mirando a Eric. Su rostro está sombrío pero en su mirada parece haber un destello de sorpresa—¿Cuando fue que lo supiste?

—La noche de la fiesta de compromiso.

Trago saliva.

—¿Porqué carajos no dijiste nada?—suelta entre dientes Chiara.

Niega con la cabeza y alza las manos con histeria para luego posar una de ellas por encima de su cabeza, aguantando las ganas de maldecir.

—Me prometió que lo diría—confiesa él. Noto cierto tipo de nostalgia en su tono de voz—, pero Lily no tardó en advertirle que si decía una sola palabra, no dudaría en matar a Max. Y luego sucedió lo del viaje a Madrid, la foto...

Vuelvo a mirar a Max. Está serio y también parece estar ajeno a la conversación. Tiene la vista clavada en el suelo, pensativo. O tal vez revolviéndose aún más en su propia mierda. No puedo creerlo.

Entonces si Lily todo este tiempo supo sobre Jack...

—Joder—silba Loan por lo bajo.

—Ella no quería que fuese—habla entonces nuestro amigo en voz baja—Imaginé que sería por su mala relación con ella, pero...

—Max...

—Me mintió. De nuevo.

—No, Max, espera...

Se levanta de la silla de mala gana.

—No, no me pidas que tenga empatía de nuevo, Jess—pide con cansancio—Me lo ocultó. Ocultó algo que se podría haber frenado—suelta una risa irónica—Y yo sintiéndome mal por una maldita foto. Por un maldito malentendido y ella...

—Supongo que eso se podría llamar jaque mate, primito—señala Eric.

Le lanzo una mirada molesta para luego estampar de forma disimulada mi codo en su estomagó. No es momento de bromas. El rubio casi se avalancha sobre él, pero uno de los oficiales lo detiene por el pecho.

—Vuelve a llamarme así y juro que te meteré un disparo entre las cejas—advierte entre dientes.

—Basta ya—sentencia William.

—¿Basta?—repite él, incrédulo. Sacude la cabeza—¡Dejó que me fuera de viaje con ella!¡Dejó que hiciera negocios con ella y no dijo una maldita mierda! ¡Y yo siendo un imbécil me permití sentirme mal por saber que esa foto había llegado a sus manos!—se pasa una mano por el pelo, frustrado y patea con fuerza una de las sillas. Me sobresalto en el asiento—Joder.

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