Capítulo cuarenta y dos.

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—¿Qué carajos fue eso?

Levanto lentamente la cabeza para encontrarme con la mirada confusa y asustada de la castaña. No deja de mirarme, intentando encontrar una respuesta que todavía no le otorgo.

Mi respiración es pesada, no me he levantado del suelo aún. Mi cuerpo se ha quedado estático, paralizado, igual que todo dentro de mi. Me tiemblan las manos y el frío que ha empezado a hacer, me avisa que ya está llegando la madrugada. Y que somos las únicas paradas ahí en la calle.

—Debemos irnos—habla Chiara.

Ella se acerca a paso decidido donde estoy, apoya sus manos bajo mis axilas y tira de mi para ayudarme a levantar. Se la dejo fácil. Ni siquiera reprocho.

—Vayamos al departamento—ofrece Jess, mientras toma mi bolso del suelo y ayuda a Chiara a ponerme de pie. Su voz es débil y traga saliva, intentando parecer segura—Loan tiene un botiquín de primeros auxilios, debemos ponerle en la rodilla...

—No—suelto casi como un aullido. Ambas me miran sorprendidas por mi actitud. El cuerpo me manda una sacudida de nervios. Cierro los ojos e inspiro—Por favor, no... No quiero que me vean así—murmuro.

Hay un silencio. Y es que esa es la verdad. No quiero ir al departamento de Loan. No quiero que me vean así. Estoy paralizada, asustada, y aunque no quiero admitirlo en voz alta, se me nota en el rostro. Sé que si voy, largaré todo lo que vengo acumulando.

Y saber que les he mentido todo este tiempo no es algo que quiero presenciar esta noche.

Ninguna dice nada más. Me llevan hasta el auto de Jess, que está a la vuelta tal como lo dijo y al subir, seguimos en silencio. Supongo que será porque no esperábamos esto en absoluto. En realidad, yo no lo esperaba. Mi silencio lo hace todavía más preocupante y pienso que no deben querer invadirme de preguntas. O por lo menos no hasta que lleguemos.

Necesito procesar lo que acaba de ocurrir.

Lo vi. Lo vi... Vi su mirada. Vi esos ojos verdosos intentando intimidarme. Y sabe que lo sigue haciendo a pesar del tiempo. El corazón me late a toda velocidad.

Apenas me doy cuenta que llegamos hasta que las luces de afuera del edificio me dan de lleno en el rostro. Obligo al cuerpo a salir de la parte trasera del coche. El viento me da de lleno haciendo, de alguna manera, que reaccione. Resulta un poco. Chiara enseguida me toma del brazo mientras avanzamos. No son muchos minutos hasta que entramos al departamento y las tres nos sentamos en el sofá después de que mi prima trajera gasas para la herida de la rodilla y Jess preparara té. Siento sus miradas, así que levanto la mía y respiro hondo.

Entonces, empiezo a hablar.

Digo todo lo que estuve callando por tanto tiempo. Y se siente como si toda la historia se estuviera volviendo a repetir, solo que esta vez es diferente. Está vez no maté a nadie ni creo ser una asesina. Está vez no me siento culpable por algo que no hice, ni el recuerdo me persigue.

Me siento culpable por haber mentido. Por haberme guardado el secreto.

Me siento culpable por haberme torturado todos estos años.

Caigo en cuenta de todo lo que estuvo sucediendo. La forma en la que Eric vino a mi, la forma en la que me dijo, con preocupación en su mirada, que su hermano seguía vivo. La forma en la que se apareció esa noche todo lastimado. La forma en la que, siempre creí que él era el malo, el que quería hacerme daño. ¿Cómo fui tan estúpida para no darme cuenta de las pequeñas señales? No, no fui estúpida. Él jugó muy bien. Él siempre supo lo que hacía. Una mente retorcida que consigue lo que quiere a pesar del tiempo.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora