Capítulo cuarenta y uno.

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Instagram: _marttinacastelli



Algo pesado en mi cintura es lo que me despierta la mañana siguiente.

Frunzo el ceño sin abrir los ojos todavía e intento desplazarme mejor en el colchón, pero de nuevo eso me lo impide. Doy un gran bostezo mientras parpadeo con pesadez. La tela de mis pantalones al rozar las sábanas me hace acordar que dormí con ropa, me reniego mentalmente por ello. Tomo una respiración onda mientras me doy vuelta lentamente, para encontrarme a un grandote rubio durmiendo al lado. Apenas se percata de mis movimientos pero su brazo se mantiene firme en mi cadera como temiendo que quiera irme en algún momento.

Eso me hace sonreír con los labios cerrados.

Tomo el móvil a las tantas con una de las manos y me fijo la hora. Todavía es temprano, aunque me resuelta curioso que él no esté despierto para ir a trabajar ya. ¿Debería levantarlo...? Dudo mientras con la yema de los dedos recorro su mejilla y barbilla, donde habita la barba ya incipiente. Sin embargo, no le queda mal. Nunca fui amante de ellas, pero cuando se trata de él, es distinto. Hace que me gusten.

Su cabello está algo largo y cae sobre su frente, es lacio y la suavidad de este se disuelve en mis dedos cuando lo corro. Bajo un poco la mirada y noto también que no lleva camisa. Mi cuerpo vibra ante pensamientos que empiezan a aparecer en mi cabeza. Me muerdo el labio y la tinta que cubre parte de su brazo aparece ante mi. Pocas veces presté atención a su tatuaje, y cuando tuve la oportunidad... Estaba concentrada en otra cosa.

Es un dibujo sencillo pero con mucho sombreado. Se trata de un dragón y de su cola salen algunas flores de distintos tamaños, todas en blanco y negro. Tengo curiosidad por su significado. No imaginaba a Max como alguien a quién le gustaran los tatuajes y algo me dice que este no es de hace poco tiempo.

Cuando rozo la cola misma y alzo la mirada, me encuentro con dos grandes faroles azules observándome detenidamente.

Pego un respingo.

—Joder... Me has asustado—digo.

Él ríe roncamente. Mi piel se eriza ante ese sonido.

—No quería interrumpirte. Te ves linda mordiendo ese labio.

Enseguida lo libero.

—¿Hace cuanto lo tienes?

—Me lo hice a los diecinueve—responde dando una rápida ojeada a la tinta—Es el único que llevo.

—¿Y que significa?—pregunto en un tono más bajo. Vuelvo a tocarlo con delicadeza. Puedo sentir su piel caliente.

Tarda unos segundos en responder.

—No tiene un significado. Vi el diseño y me gustó. Era un crío.

Frunzo el ceño y vuelvo a mirarlo a los ojos.

—¿Y no lo has buscado tampoco?—inquiero. Niega con la cabeza—¿Quién se hace un tatuaje sin saber que representa?

—Lo tienes enfrente tuyo—responde con diversión. Ruedo los ojos y él ríe, para luego tirarme de la cintura y pegarme a su cuerpo—¿Cómo has dormido?

—De maravilla—sonrío, pasando mis manos por su nuca—Solo que me arrepiento de no haber traído pijama.

—Podrías haber dormido sin nada—señala mientras me guiña un ojo.

Frunzo los labios escondiendo una sonrisa.

—Pervertido.

—Sabes que preferiría eso. Además, ¿dormir con pantalones?¿En serio?

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