Capítulo veintitrés.

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Tres semanas después.


Él corre tras de mi mientras avanzo por el pasillo. Me tengo que sostener de la barandilla cuando tambaleo y casi caigo al suelo, pero al sostenerme, evito esto y sigo de largo. La respiración me falla. Creo que el corazón se me está por salir y solo quiero salir de aquí.

Puedo escuchar mi nombre en sus labios. Jadeo en busca de aire y corro escaleras abajo. Estás se me hacen interminables. Deseo poder llegar a la puerta, puedo verla a lo lejos, está solo al alcance de unos cuantos pasos más...

Si solo llegara.

Un escalofrió recorre mi columna cuando escucho sus pasos aún más cerca, creo que está cruzando el pasillo del segundo piso. Miro por encima de hombro y efectivamente ahí está. Puedo ver su rostro tenebroso. Siempre lo es cuando está en este estado. Da miedo. Me da miedo. Muchísimo. Sus ojos conectan con los míos, me ve como una fiera hambrienta. No va a dejarme esto tan fácil pero quiero hacerlo. Quiero intentar poder escapar de aquí.

—¡No te irás a ningún lado, Samantha!

Sigo bajando las escaleras. ¿Desde cuando se volvieron tan largas?

—¡Déjame en paz!¡Esto se acabo!

Pero cuando pienso que ya estoy cerca de poder correr lejos de esto. De él. De toda está maldita mierda, su cuerpo se abalanza sobre el mío y sin poder correrme a tiempo, su mano tira de mi tobillo haciendo que el cuerpo me caiga sobre las escaleras, logrando que mi barbilla y parte de mi rostro golpee contra los escalones. Suelto un débil gemido. Siento que pierdo la estabilidad por unos segundos. Mi vista se nubla y no soy capaz de reaccionar a tiempo. Todo me da vueltas. Se siente como si alguien me hubiera dado cincuenta puñetazos al mismo tiempo.

—¿Esto es lo que quieres que haga?¿Que te lastime hasta que veas lo que estás haciendo?—reprende él. Suena molesto, a mi se me corre una lagrima—¡Me obligas a golpearte, ha hacerte sufrir porque no aprendes, Samantha!¡No aprendes ni entiendes que esté es tu lugar, que te he dado todo maldita sea, y tú solo quieres abandonarme!¡Te he dado todo y tú me haces esto!

—Basta, por favor—murmuro entrecortadamente. El dolor que siento en el abdomen hace que el aire sea difícil de ingerir.

Es como si tuviera dos cuchillos atravesando esa parte. El dolor es demasiado insoportable para siquiera intentar levantarme.

Escucho su voz a lo lejos, creo que me dice algo pero no logro entenderlo. El pitido en mis oídos me deja sorda. Sacudo la cabeza, cierro los ojos y cuando vuelvo a abrirlos, todo está oscuro.

Frunzo el ceño. Estoy confusa.

Ya no estoy en las escaleras tirada, ahora estoy de pie en el marco de la puerta de la cocina. La luz de la lampara que hay en el corredor es la única que alumbra. Puedo ver mi sombra contra la pared. No entiendo... ¿Dónde está...?

Entonces escucho un jadeo débil. Mis alarmas se disparan, giro sobre mis talones y cuando veo su figura en el suelo, abro los ojos como platos. ¿Que...? El pulso se me acelera a mil por minuto. Está ensangrentado justo en la parte del abdomen, su camisa blanca está teñida ahora por el color de su interior. Está inconsciente, sus parpados cerrados... No estoy comprendiendo. Mi mente parece no querer reaccionar y apenas recuerdo... ¿Que está pasando?¿Como llegamos a...?

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora