Capítulo cuarenta y tres.

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La semana pasa en un abrir y cerrar de ojos.

Después de la vuelta de Chiara a casa, todo ha estado demasiado tranquilo. El drama parece haberse esparcido y abandonado por un rato la vida de nosotros. No puedo no admitir que aún siento ese vació en el pecho cuando entro en el nuevo departamento donde estoy quedando y no la encuentro, haciéndome saber que no la veré hasta no sé cuando. Solo espero poder hacerlo rápido.

Sin embargo, hacemos videollamadas por las noches donde me muestra a la nona aunque está parece todavía no entender que no soy un robot detrás de la pantalla. Eso me hace reír y olvidar todo por un rato. Le cuento también sobre mis días. Sobre los chicos, sobre Jess, quién ahora se ha venido a vivir al departamento de Loan y por fin ha puesto punto final a la situación tensa con su padre. Se la ve más feliz.

Me pregunta por Max y le digo que casi todas las noches he ido a escabullirme entre sus sábanas. No digo en voz alta que ahí en esa cama pasan muchas cosas, cosas que me guardo para mi misma y aunque mis mejillas coloradas me delaten, Chiara lo pasa por alto. Estoy segura de que no quiere indagar y ponerme nerviosa, aunque eso le haga comerse las uñas. Aún así, me siento como una niña pequeña cada vez que entro al cuarto y sus brazos me cubren con protección, aún estando dormido.

Esa es nuestra rutina. Nuestro momento.

Y eso hace sentir esto todavía como algo más real que antes. Y me gusta. Me agrada.

Pero todavía no estoy preparada para poder decir esas palabras en voz alta.

Las calles de Manhattan hoy están rebosadas de gente. El día está bonito, el sol brilla entre todos los edificios y algunos me pegan en el cuerpo. Hace calor. Voy caminando por estás observando a los demás disfrutar de sus visitas. Eso me hace sonreír. Yo estaba igual cuando pisé esta ciudad por primera vez.
Voy cruzando la calle cuando un auto toca bocina. El corazón se me paraliza por una milésima de segundos y me quedo estática en el lugar. El auto pasa de largo luego de intercambiar unos insultos con otro chófer. Miro hacía los costados con rapidez y luego, al cruzar, me apoyo contra una pared en busca de aire. Cierro los ojos.

Esto es lo que sucede después de aquella noche en que lo volví a ver.

Tengo miedo, ¿vale? Demasiado. Y en cada auto que pasa tan cerca de mi, vuelvo a sentir el terror que sentí en ese momento por el cuerpo. Tengo miedo de volver a levantar la cabeza y encontrarme de nuevo con su mirada desafiante.

Es algo que no podré olvidarme.

Es por ello que trato de evitar el tema cada vez que Jess se queda sola conmigo. Lo entiende pero sus ganas de preguntar se notan a distancia. No quiero confesarle que sigo aterrada cada vez que ando sola por los lugares. Ni siquiera puedo pensarlo. Pero tampoco puedo seguir encerrada y ocultarme hasta que a él se le pase la manía de querer jugar conmigo. Con mi miedo. Porque sabe que lo sigo teniendo aunque me haga la fuerte por fuera.

—Señorita, ¿está bien?

Levanto la cabeza y un hombre que no conozco de nada, está mirándome con el ceño fruncido. Observo lentamente lo que estoy haciendo. Tengo una mano apoyada contra una pared y mis piernas siguen temblando. Madre mía, que vergüenza.

Me intento recomponer rápidamente.

—Si—le sonrío cortes—Fue un simple mareo.

El hombre no parece del todo creerme. Vuelve a insistir:

—¿Segura?¿A donde iba? Puedo acompañarla.

Respiro hondo. Se ve que no podré quitármelo de encima tan fácil.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora