Capítulo cincuenta y cuatro.

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Jessica.


En cuanto la puerta se cierra detrás de mi, suelto todo el aire acumulado. Sacudo la cabeza y cierro los ojos con fuerza. Idiota, idiota, idiota.

¿Haberme acostado con él?¿En qué carajos estaba pensando?

Joder, que no puede estar sucediendo esto.

Mis extremidades tiemblan de pies a cabeza.

¿Y si abre la boca?¿Y si dice algo de lo que pasó?

No. Eso no podría pasar. Él no es así...

Me separo de la puerta de mala gana y apoyo mis caderas contra la vajilla. Llevo una mano a mi frente, intentando dar pequeños masajes. Siento de nuevo la punzada dolorosa en la parte de la herida, recordándome que esto no va a terminar.

—¡Maldición!—murmuro.

Unos suaves golpes me sacan de mis cavilaciones. Me pongo rígida.

Que no sea él, que no sea él...

Y al abrirse, compruebo que la que está del otro lado es Chiara. Me da una sonrisa culpable antes de entrar por completo a la cocina. Parece entender que necesito espacio, porque vuelve a cerrar la puerta.

Me obligo a respirar.

—Lo siento, no sabía que seguías aquí—dice.

—No te preocupes, no me molestas. Solo que no quería estar ahí... Necesitaba tranquilidad por un rato.

Asiente.

—Comprendo. Yo también me estaba ahogando—admite. Señala entonces con la cabeza la cafetera a un costado de mi cuerpo—¿Quieres?

Asiento también. Sin decir nada, se acerca y pone un nuevo filtro a la maquina para luego apretar los botones que la encienden. Se da la vuelta, rozando su hombro con el mío y se queda ahí a mi lado.

—¿Crees que hicimos bien?—pregunto. Me abrazo a mi misma—Digo, decirle la verdad...

—Seguir encubriendo sus secretos no es negociable.

Secretos...

—Supongo que todos tenemos algo que decir.

—Si todos cooperamos... Si todos decimos lo que sabemos, haremos que sea más fácil unir las piezas del rompecabezas—señala. Se toma unos segundos en silencio para luego añadir:—Mientras más tiempo pasemos intentando adivinar, menos tiempo le queda a mi prima de vida. Y yo... Yo no puedo perder la única familia que tengo.

Parpadeo mientras ella saca dos tazas de los estantes y sirve la bebida humeante. Se la acepto en cuanto me la entrega.

—Estoy molesta con ella—confieso. Posa su mirada en mi—Si me hubiera dicho lo que estaba pasando... Si me hubiera confiado en esa llamada lo que estaba sucediendo, lo que vio, quizás yo podría haber hecho algo...

—¿De qué estás hablando?—pregunta, confundida—¿Qué llamada dices?

Entonces la miro y me doy cuenta de que hay muchas cosas que las supe por Eric... Y de no haberlo visitado está noche, tal vez no estaría al tanto de lo que sucedió horas antes del accidente.

Pero eso Chiara no lo sabe.

No sabe que he ido a la habitación de él.

Abro la boca para decir algo, con su mirada cautelosa sobre mí, pero alguien más se presenta en la cocina haciendo que la tensión del momento se disipe por unos momentos. Giro la cabeza para encontrarme con unos ojos marrones. Mira de reojo hacía donde estoy, pero es apenas un segundo. Luego, centra su atención en la colorada. Noto con disimulación las bolsas debajo de sus ojos.

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