Capítulo cuarenta.

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—¿Sam?¿Me estás escuchando?—la voz de Max que parece lejana hace que levante la cabeza del móvil entre mis manos.

No se cuanto tiempo pasé así y espero que no haya sido mucho para poder disimular, aunque los dos océanos que me estudian con preocupación me confirman que ha sido bastante. Abro la boca para decir algo, pero las palabras apenas salen. Se me traban en la garganta. No consigo pensar con claridad y tengo que cerrar los ojos fugazmente para controlar los nervios que provocan que mis manos empiecen a sudar.

Es entonces cuando encuentro fuerza de algún lado remoto para responderle.

—S-Si—digo, mi voz sale débil y entrecortada. Respiro hondo—Es Chiara. No se siente muy bien y me ha pedido que vaya con ella.

Max frunce el ceño ligeramente. Mi pulso se acelera aún más cuando no responde y comienzo a pensar que tal vez se ha dado cuenta de que le estoy mintiendo, pero eso queda descartado cuando asiente entonces.

—Déjame que le diga a Carl que te alcance—propone al final.

No digo nada, solo asiento torpemente. No quiero que se de cuenta de la preocupación que tengo ahora encima y espero que mi rostro no me defraude en esta. Sin embargo, él no pregunta y eso se lo agradezco en silencio, porque sé que ahora mismo no podré explicarle como corresponde y sé también que apenas querrá entender.

Prefiero evitar un problema más ahora que estamos bien.

Tal como lo dijo, me acompaña hasta la puerta del local minutos más tarde y su chófer está parado al lado de la camioneta. Me da un asentamiento en forma de saludo con una pequeña sonrisa cuando me ve caminar hacía la puerta trasera. Apenas le devuelvo el gesto, siento que mi cabeza va a estallar en cualquier segundo.

No se me olvida que tengo a un rubio atrás que sospecha lo que está sucediendo pero por algún extraño motivo no dice nada. Giro sobre mis talones y lo encaro, me encuentro con su rostro cerca de mi.

—Te llamo después—dice, cortando el hilo de silencio.

—De acuerdo—murmuro. Me pongo de punta de pies y le doy un casto beso en los labios para después permitir que Carl me abra la puerta.

—¿Hacia donde vamos?—pregunta este al arrancar el motor.

—Al departamento.

Carl acelera metiéndose en la carretera mientras veo como la silueta de Max se va haciendo cada vez más lejana a medida que avanzamos. Siento unas dagas invisibles clavarse en mi pecho. Lo que menos deseaba era tener que terminar así una de nuestras salidas pero esto merece también mi atención si estoy dispuesta a terminar todo de una buena vez. Sé que después de todo, podré disfrutar aún más de Max y no habrá nada en el medio para impedirlo.

Son quince minutos de viaje donde Carl aprovecha para preguntarme acerca de mi abuela y de Chiara, donde le respondo como se encuentran y le digo lo mismo que le dije a Max en el restaurante. También le pregunto sobre Livia y si ha llegado ya de viaje. Él no tarda en decirme con un poco de emoción que ya se encuentra en el apartamento mientras frena frente a las puertas del edificio.

—Dile que pasaré a visitarla—le comunico con una sonrisa mientras abro la puerta—Gracias por traerme, Carl.

Me mira por el retrovisor.

—Sabes que no tienes que agradecerme, querida. Pídeme cualquier cosa que necesites—guiña un ojo y río, para así luego terminar de bajar.

Me adentro a la recepción a una velocidad poco creíble. Corro hacía los elevadores y me meto justo a tiempo a uno que no tarda en subir. Las manos me tiemblan mientras busco las llaves dentro del bolso y una vez la tengo entre los dedos, el tan conocido pitido suena y vuelvo a salir con rapidez.

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