Capítulo treinta y tres.

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No sé que diablos debería decir.

El silencio que hay entre todos incomodo menos para la mujer que tengo enfrente, que no ha desistido de su sonrisa en un solo puto segundo. Hay una gran ola de sentimientos rondando dentro de mi, no sé como debería sentirme, pero claramente no debería ser de esta forma: acorralada. Quiero hacer miles de preguntas, saber el porqué de su regreso y como es que Max no dijo ni una sola palabra después de todas las veces que hemos hablado. No tendría que sentir desconfianza, pero lo hago.

Quito la mano que ella me tenía aferrada y de manera poco disimulable paso la palma por mi pantalón, quitando de alguna manera su rastro.

—Un placer conocerte—hablo entonces. La voz me sale un poco ronca. Ella me vuelve a sonreír y se corre a un costado, dejando a los demás ahora parte de la conversación.

—No tenía idea de que llegabas hoy, Max apenas me había comentado. ¿De donde vienes?

Nada en su tono de voz ni en su forma de hablar parece sincera. La miro a los ojos de nuevo

—Italia.

—Italia—repite el nombre de mi país como si lo estuviera saboreando. Pasa una uña por su labio pintado—Muy bonito lugar. Recuerdo mi luna de miel allí.

Una especie de roca se me instala en el estomago. Rápidamente dirijo una mirada a Max, quién no ha abierto la boca en todo este rato. Aún así, cuando lo miro detenidamente, ni siquiera me dirige la mirada. Sino que la tiene fija en la rubia en cuestión y tiene las facciones de su rostro duras.

—Lo sé, estoy al corriente de la historia—respondo a secas. Su mirada verdosa se clavan como dagas filosas en mi. Por un segundo, su sonrisa suficiente se desvanece. Está vez soy yo quién le sonríe a labio cerrado—Me alegro que te haya gustado, por lo general nuestra gente no apoya a los americanos, no les gusta la soberbia. Pero me deja tranquila saber que no fue tu caso... Ahora si me permites, me gustaría platicar con Max en privado—lo señalo con fingida inocencia. Noto como su mandíbula se aprieta y sus ojos van directos hacía el hombre en cuestión. Añado:—He tenido un largo viaje.

Max me mira, puedo ver ese brillo que reconozco como diversión en sus ojos. Levanta la cabeza y se dirige a Loan, quién está detrás de mi. Entonces, este último interrumpe la bola de tensión que se ha formado.

—Te mostraré los planos, Lily—dice él.

Los ojos de la rubia van de Max a mi, y al revés, para luego entonces apretar los dientes y caminar hacía donde Loan le indica. Le sigo el rastro, Chiara me hace una mueca escondiendo una sonrisa traviesa y sale de la oficina, dejándonos solos.

—Bonita mujer.

—Se nota en tu cara que te ha caído de lo más bien.

Sonrío falsamente.

—¿Tanto se nota?—digo—Es un verdadero amor. Podríamos ser mejores amigas, ¿no crees?

Él ríe y sacude la cabeza en negación. Se desajusta la corbata para después dejarla en el perchero junto con el saco. Una vez queda en camisa, se acerca a donde estoy con paso lento. Tengo que tragar saliva.

—¿Sabes que creo?—pregunta, apoya ambas manos en mi cintura y me atrae a su cuerpo. Enseguida siento su pecho duro chocar contra el mío. Me levanta el mentón y su mirada azulada me invade por todos lados—Que te ves jodidamente sexy sacando las garras.

Su comentario aún así me hace reír. Sube su mano hasta la parte baja de mis pechos, eso me estremece y recorro con mis manos sus brazos hasta llegar a sus hombros.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora