27. En Tus Brazos

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Estaba lloviendo con fuerza. No había parado en toda la noche. Desde la cama se podía escuchar como las gotas golpeaban la ventana. Sergio abrió los ojos. Estaba acostumbrado a despertarse temprano. Sólo eran las 9.30. Miro a su lado y su corazón estalló de felicidad. Naike dormía profundamente. Su pelo rubio estaba esparcido por su pecho. La tenía literalmente encima, y era una sensación maravillosa. Anoche apenas hablaron. Se dedicaron más a besarse hasta que cayeron dormidos. Cada vez que recordaba sus besos sonreía. Joder, como besaba su rubia. Si, porque ahora era su rubia.

Dios, había deseado tanto estar así con ella, que ahora que la tenía entre sus brazos es que no quería cerrar los ojos por si todo esto era un sueño. Naike se movió y él le acarició la espalda lentamente. Ella alzó su cabeza y lo miró sonriendo. Sus maravillosos ojos azules sólo lo miraban a él, y a nadie más que a él.

- Buenos días –dijo Naike bostezando- ¿Qué hora es?

- Temprano –le contestó Sergio dándole un beso en la frente- vuelve a dormirte si quieres preciosa

- Humm, prefiero que me beses

Sergio la miró sonriendo. Naike se deslizó hacia arriba para alcanzar su boca. Sus labios se movieron sobre los suyos con calma disfrutando del beso. Los labios de Naike eran suaves y muy jugosos. Sergio los recorrió con su lengua haciendo que a ella se le escapara un gemido de placer. Él puso sus manos en su cintura y la giró para estar encima de ella. Su cuerpo la aprisionó entre las sábanas con delicadeza. Ella acarició su pelo mientras no dejaba de besar esos labios que tan loca la tenían desde el día que lo conoció. Sergio bajo su boca hasta su cuello para recorrerlo de lado a lado. Se entretuvo lamiendo y chupando la parte derecha. Sintió la piel de la rubia ponerse de gallina y sonrió satisfecho. La marcó. Quería hacerlo, quería que ella llevara su marca.

Naike notó como la erección de Sergio se le clavaba en su centro y se revolvió excitada. Dios, deseaba sentirlo dentro de ella. La estaba atormentando con su boca, con esos dulces besos. Ella volvió a jadear cuando Sergio bajó sus labios por su escote. Naike no llevaba nada debajo de la camiseta que él le prestó para dormir, y podía sentir sus pezones erectos.

- Naike –le dijo Sergio separándose de ella y mirándola a los ojos- que te quede clara una cosa. Me muero por estar dentro de ti y hacerte el amor una y mil veces...pero quiero que nuestra primera vez sea especial. Que sea algo que recordemos siempre. Me gustaría llevarte a algún sitio bonito donde podamos estar solos, sin interrupciones, sin que nos moleste nadie...y hacerte mía una y otra vez...¿estás de acuerdo preciosa?

- Si –le dijo ella sonriendo. Después de la declaración que acababa de hacerle como para decirle que no. A ver, ella estaba deseosa de estar con él, pero no le importaba esperar y hacer lo que él decía- aunque, ¿de verdad existe ese sitio del que hablas?

- Oh, no te preocupes. Ya me encargaré yo de buscarlo. El fin de semana que viene nos han dado 2 días de vacaciones, así que, déjame que lo planee ¿vale?

- Vale –Naike lo miró sonriente. Sergio volvió a besarla muy despacio, saboreando sus labios. Perdiéndose en esos ojos que tan loco lo volvían. Ella se separó y lo miró divertida mordiéndose los labios. La tenía muy excitada - así que ¿nada de sexo?

- Bueno...nada de nada, como que tampoco es eso rubia. Que uno no es de piedra y tú eres una tentación así como estás en mi cama... -le dijo él subiéndole la camiseta hacia arriba dejando sus pechos desnudos al aire.

Sergio bajó su cabeza y metió uno de sus pezones en la boca. Naike jadeó y echó su cabeza hacia atrás. Joder, que sensación. Su boca estaba caliente. La lengua de Sergio se movió en círculos sobre su pecho, primero uno y luego el otro. Le dejó húmedos besos sobre ellos y después bajó lentamente hasta su barriga. Besó su ombligo y siguió hacia abajo posando sus labios encima de sus braguitas blancas de encaje. Naike se agarró a su pelo gimiendo su nombre. Sergio pensó en lo bien que sonaba en sus labios, era de lo más sexy escucharla llamarlo. Mordió su centro mojándole las braguitas con su lengua. Las bajó poco a poco y la ayudó a quitárselas. Tocó su clítoris con sus dedos. Los bajó poco a poco hasta su abertura y comprobó con deleite que ella estaba mojada. Sonrió feliz. Estaba así por él. Siguió moviendo sus dedos de arriba a abajo sintiendo como ella temblaba. Su ritmo era lento y preciso.

Eras tú lo que quería (Cross 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora