¡Voy a hacerlos caer!

Capítulo 12: El guardián del Imperio

Pensé que el viaje iba a ser más entretenido pero no, era sólo mirar por la ventana y admirar el paisaje que por el momento era monótono y eso era lo aburrido.
Luego de unas cuantas horas el carruaje de detuvo y un guardia abrió la puerta. Menos mal, ya no sentía mi trasero.

-Mi señor, ya han pasado varias horas, el doctor dice que sería bueno que descanse en una posada antes de seguir con el viaje ya que para llegar a la siguiente mansión falta bastante camino por recorrer.

Al oírle no tuve más opción que asentir y bajar del carruaje. Sinceramente se sentía bien salir de ese lugar tan parecido a una caja; tomar aire fresco me hacía sentir que a poco recuperaba mis energías por más que sabía bien que no era así.

Pagaron la estadía y entramos. Era un lugar no muy lujoso pero era acogedor y limpio, era lo único que me importaba.
Me guiaron a la habitación y seguido del doctor entré para así aflojar el saco que traía puesto hasta quedar sólo con la camisa ya que me sentía sofocado.
El doctor se acercó a mi e insistió a ver mi estado por lo cual me hizo una revisión.

-Todo está en orden. Debería comer y descansar su excelencia.

-Gracias, puede retirarse.

El doctor hizo una reverencia y se marchó. Tan pronto como se fue me dejé caer a la cama agotado.
Cerré mis ojos unos segundos pero los abrí de nuevo tan sólo porque tenía hambre.
Pedí que me traigan comida y comí con calma. Dejé que se llevaran lo que usé para luego agradecer y ver como se iban.

Sólo al verles alejarse suspiré relajandome y abrí las ventanas. Me puse ropas cómodas y me acosté para dormir, sí, otra vez. Siento que solo respirar ya me da sueño.

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Desperté unas cuantas horas después y me desperecé mirando mi alrededor intentando procesar en que lugar me encontraba y que hora era.
Una vez ya estuve pendiente de la situación me levanté y vestí de nuevo, era momento de seguir el fastidioso viaje.

Bajé a lo que sería la recepción y al principio no me creía a quien veía.

Era el famoso Raziel Neville, más bien conocido como el guardián del imperio.
Lo reconocí tan pronto como lo vi por sus ojos dorados... traía una capucha y era más que obvio el por qué.
Supongo que sintió que lo observaban porque de inmediato su vista fue dirigida hacia mi lo cual me sorprendió y me puso nervioso.
Siempre dijeron que su mirada era afilada pero no lo sentí así... más bien... lo sentía como herido y no me gustaba que esté así por lo cual me acerqué a él con una sonrisa y le saludé... Dios mío que estoy haciendo... No sé socializar.

-Buenas tardes barón Neville. Es un gusto conocerlo, soy Ezra Briefadel.

Extendí mi mano para saludarlo. Tampoco podría reverenciarlo ya que su pocisión es inferior a la mía.
La gran mayoría se refiere a él como el guardián o la espada del imperio pero... como todo un buen fan, se que estar en ese puesto es lo que más odia de toda su vida.
Dejando de lado esos pensamientos, me hizo sentir incómodo el simple y sencillo hecho de que Raziel me miraba como si fuera un bicho raro y se mantuvo callado. Fueron los segundos más incómodos de mi vida pero me relajé un poco cuando se puso a hablar.

-Duque Briefadel... el gusto es todo mío.

Me sonrió pero no era más que una "sonrisa de negocios" lo cual me hizo sentir un poco ofendido pero ¿Qué esperaba? No éramos ni amigos. Probablemente piense que soy de esos nobles charlatanes que  solo quieren alardear de su poder.

-Espero que un día de estos me haga el honor de asistir a mi mansión para tomar el té y charlar un poco.

¡¿Jack qué estas haciendo?! El te mira y te desprecia pero tu amablemente vas a invitarle una tacita de té.
Es mi hora de morir de vergüenza, Dios por favor, ya llévame de nuevo a otro mundo.

A diferencia del rechazo que pensé que me daría el aceptó. Probablemente solo por cortesía.

-Sería un gusto asistir... Espero verlo de nuevo en otro momento.

Esa era la señal que me estaba dando de que ya era hora de que me vaya si no quería que el me eche personalmente.

Me despedí de él de forma educada y me dirigí al carruaje donde todos me esperaban.
Entré en este y no me relajé hasta que estuvo en marcha.

¡Maldición! Si no moría de la vergüenza me iba a matar él... pero si le prestamos atención... Es bastante atractivo.
Sonrojandome por mis propios pensamientos, doy palmaditas a mis mejillas para así mirar por la ventana intentando distraerme de pensar en su hermosa apariencia... tan... varonil y fina