Capítulo 33: Malentendidos aclarados.

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~Narración de Ezra~

Aquel suave y lento beso, duró segundos que parecían deliciosamente eternos pero la paz no era eterna y pasos resonaron a lo lejos. Larion se apartó con delicadeza pero su mirada hacia el sonido demostraba perfectamente su disgusto.
Algo dudoso, tomé su mano y lo llevé con prisa a una habitación de invitados que estaba a unos pasos de nosotros. Cuando la puerta fue cerrada, Larion fue el primero en hablar.

-Pensé que habías decidido rechazarme definitivamente

¿Rechazarlo? ¿Es que acaso se me confesó en algún momento?
Mi cara de confusión debió haberle dicho en mi lugar como me sentía así que se sentó en la cama y me miró en silencio unos segundos. Me sentía incómodo y avergonzado por el silencio repentino pero de inmediato su cuerpo llamó mi atención. Sus ropas le quedaban ajustadas a sus marcados músculos pero sin ser incómodas aparentemente. Piel clara, cabello sedoso y sin ninguna señal de maltrato y lo mejor, su rostro. Ese maldito rostro era de locura. Sus facciones bien marcadas, labios carnosos sin ser exagerados. Era como si Dios hubiera tomado las definiciones de perfección que yo tengo y las fusionara como un personaje literario.

-Bien, cuando termines de comerme con la mirada te invitaré a sentarte

Su voz llena de sorna era lo que me apartó de mis pensamientos y me hizo enrojecer a más no poder.
Acomodé una silla del escritorio frente a donde el estaba sentado y sin más me senté. No podía dejarlo ganar de ningún modo.

-Habla, aparentemente pasó algo de lo que me perdí

El silencio volvió pero esta vez fue cortado por su suspiro.

-Mi rosa. La tiraste.

-¿Tú rosa? No me la diste en ningún momento.

-No te hagas el desentendido, ayer por la noche, la dejé al lado de tu almohada y hoy por la mañana una criada salió con ella diciendo que la encontró en el suelo.

Sus facciones se endurecieron forma una pequeña mueca que lejos de quedarle mal, extrañamente le hacía ver aún más sexy pero no debía pensar eso ahora. Su rostro demostraba una mezcla de molestia, dolor y confusión. Era como cuando le quitabas un dulce a un niño. Lo sé, mala comparación, pero se entiende mejor ahora.

Esta vez fue mi turno de guardar silencio y solamente lo rompí cuando Larion parecía a punto de ir se. Era lindo jugar con él como él lo hacía conmigo.

-Tu rosa jamás la vi. De haberlo hecho, no la habría tirado.-

La vergüenza se apoderaba de mi en cada palabra pero era necesario dejar las cosas claras nuevamente.
Larion nunca apartó sus ojos de los míos y eso me hacía sentir cohibido.

-Por lo que veo... no me mientes... entonces ¿Cómo pasó?

-Soy una persona que da vueltas y vueltas en la cama, tanto despierto como dormido así que probablemente se cayó en algún momento.

-Lo esperaría de ti pero no tengo formas de comprobarlo ¿Debería dormir contigo para estar seguro que no me mientes?

Su molesto tono coqueto apareció nuevamente al igual que el rojo en mi rostro. Con fuerza apreté los puños intentando calmarme, no le iba a dar el gusto de burlarse de mí.

-Tienes toda la razón. Deberías empezar a dormir conmigo.

Utilicé el tono más decidido posible. Ahora la sorpresa en su rostro era digna de carcajadas pero me contuve y me puse de pie.

-Excelente, tranquilamente puedo pasar a la historia como el hombre a quien el Duque Briefadel le rogó un beso y sin conformarse, dormir con él.

-Si, alardea lo que quieras. Veremos hasta donde te duran los humos.

Con malicia hablé dejándolo helado unos segundos mientras yo volvía a mi habitación. Me sentía ligero, feliz, radiante. Habían muchas cosas que hablar con Ezra sobre esas tomas de control contra mi voluntad y sus decisiones precipitadas. No siempre podría salir bien.
Si esto no hubiera resultado, se me iba a caer la cara de la vergüenza.

Pensaba que mi día no podría ir mejor pero me olvidé por completo de Athal. Estaba allí, en la puerta de mi habitación.

-Es de mala educación pasearse por la mansión de otros sin ser invitado, Duque.

Advertí con seriedad. Sabía bien que a pesar de ser llamado genio de la espada y la magia, ningún noble me respetaba por mi edad, me veían como un niño.

-Vamos, Briefadel. Vamos a estar mucho tiempo juntos a partir de unas horas ¿no deberíamos llevarnos bien?

-Soy Duque Briefadel, para usted. Y solo me llevo bien con quienes reconocen mi autoridad. Lo respeto a usted como Duque y enviado del emperador, pero no puedo seguir tolerando tales faltas de respeto y mucho menos en mi propio hogar.-

Exclamé como sentencia. Mi poder mágico era fuerte así que probablemente se sintió presionado porque su sonrisa se borro y adoptó una postura rígida.

-Lamento mis modales. Solo esperaba poder llevarme mejor con usted y aligerar el ambiente llamándolo de forma más cercana pero veo que fue todo lo contrario.-

Lo vi acercarse a mi con aquel aire solemne con el que todos lo conocen. Muy a mi sorpresa, me reverenció y tomó mi mano para así besar el dorso de esta.
Esta clase de actos solo se hace con las mujeres de la familia real. Si se hacía entre hombres y peor aún, del mismo estatus, era muy probable que se trate de un interés más que de una muestra de respeto, después de todo, podría ser considerado una vejación hacia la familia imperial, esto era muy peligroso y arriesgado incluso para Athal.

-¿Cómo debería tomarme este acto?

-Mi amado Duque es muy inteligente, por eso es admirado por gente de todos los rangos y edades, se que entiende perfectamente cual es mi intención.

-Tienes razón, lo sé.

Respondí finalmente ¿el rumor de que le gustaban las personas de carácter fuerte es verdad? ¿Entonces como le gustó Charlotte? Ella es la típica protagonista que siempre está en peligro y es sumisa con todos, ganando así la compasión como si de un cachorro se tratase o ¿Debería decir perra?

Aún así, lo que más me desconcertada, era que el se refirió a mi, como suyo.

-Voy a fingir que nada de esto pasó para evitar que tu cabeza ruede ante los pies de su majestad. Que quede claro, Duque de Winchester, yo, no le pertenezco a nadie. Me pertenezco a mí mismo.
Y ten cuidado con lo que deseas, no soy un mero trofeo y no pienso ser Misericordioso la próxima vez que hagas tal vejación.

Sabía que Larion estaba cerca, sentía arder mi espalda y probablemente era su mirada.

-Larion.

Hablé suavemente para llamarlo. De inmediato salió de una habitación y me hizo una reverencia.

-El duque Winchester está cansado, llévalo a la habitación de invitados en el ala suroeste.

-Si, maestro. Por aquí, señor.

Contrario a parecer molesto, Athal parecía complacido con mi autoridad sobre él. Sin hacer escándalo se dejó guiar al ala completamente opuesta a la mía. Iba a ser un largo viaje.

¡Voy a hacerlos caer!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora