Capítulo 51 Confesiones

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-¿Tienes que ir?- Me preguntó Derek mientras me veía ponerme los zapatos.

-Sí, tengo que hacerlo. Quedaron muchas incógnitas después de todo esto. Necesito saber que pasó con mi padrino y con Diego, por que no creo que realmente haya muerto- En sus ojos ví algo de preocupación- No tienes de qué preocuparte, cariño, te prometo que tendré mucho cuidado.

-Nos casaremos pronto y aún falta arreglar muchas cosas, ni siquiera has elegido tu vestido de novia- En ese aspecto él tenía razón, solté un suspiro, sus ojos me suplicaban.

-Tienes razón Derek, nos podremos casar cuando el cónclave ya no me necesite, sólo dame dos semanas más, lo prometo- Él soltó un suspiro- Por favor- Pedí, asintió resignado- Dos semanas solamente, en este lapso de tiempo el cónclave ya no me necesitará y está será la última vez que vea a Macristen.

-Esta bien, ten mucho cuidado- Me dió un beso en la sien. Me despedí de él al salir de la habitación, bajé las escaleras, fui al garaje y lo abrí de forma automática. Me metí al auto y maneje camino a la academia.

Hoy sería una día muy importante, estaba nerviosa, mis manos temblaban brevemente y mi corazón no dejaba de palpitar. Ya paso una semana después de todo lo que ocurrió, el cónclave quedó destrozado y la gran mayoría de la ciudad de plata también, poco a poco todos se iban adaptando a la nueva realidad. La realidad que no eran tan perfectos como quería hacerse ver, en está semana habíamos atrapado 6 traidores, dos de ellos embajadores, uno era un guardián y los otros tres vampiros, vampiros que ayudaron a Macristen a obtener el Caliz de Sangre. El cónclave se hizo cargo de Macristen, antes de mandarla a la cárcel le hicieron una especie de exorcismo, bueno, no era una exorcismo, sino un ritual, un ritual dónde la debilitaban y le quitaban la mitad de su poder. Su juicio era dentro de dos semanas, mientras tanto estaba recluida en Estalagmita17, en lo más profundo del sótano, sola, amarrada, custodiada las 24 horas del día los 7 días a la semana. Había logrado que Deneb me sacará una cita de interrogación con ella, así, podría resolver las grande preguntas que rodeaban mi mente, ¿Dónde estaba mi padrino? ¿Cómo había muerto Diego? ¿Quiénes estaba a su lado? ¿Cómo había logrado entrar a la ciudad de plata sin ser detectada? ¿Quién la ayudo? ¿Por qué lo había hecho? Me metí por el sendero hasta la gran reja de hierro a la entrada del colegio, me metí al estacionamiento subterráneo y aparque el auto. Me baje y caminé hasta el vestíbulo, salí al patio trasero, allí me esperaban la directora y Deneb. Iríamos a la ciudad de plata por un portal, allí me harían un examen de rutina y luego, en un portal especial, el cual, sólo podía ser abierto por Deneb nos llevaría hasta la cárcel. Yo jamás había ido allí, de hecho, jamás había ido a ninguna de las tres cárceles. Abrieron el portal, dejándome pasar a mí primero, al caer al otro lado, busque el cesto más cercano y vomité. Los portales siempre me daban mareo, ahora con el embarazo, era muchísimo peor. Aún no lo sabía nadie, queríamos mantenerlo en secreto por muchas razones, aún habían muchas personas que querían hacernos daño, así que sería un secreto hasta que lo consideremos seguro. Después de la boda nos iríamos a vivir en una cabaña a las afueras de la ciudad, allí pasaría mi embarazo sólo con los que lo sabían. Liz, Patrick, Louis, Margared y Benjamín. Los cuales irían a revisarme cuando fuera necesario. Me pasaron un detector de metales por el cuerpo, me pusieron un sello de una runa en la muñeca y me escondieron un ratreado. Así nos tendrían monitoreados. Deneb grabó la runa y se abrió el portal, tomé fuerzas de nuevo y entré. Del otro lado se vio una isla desconocida para mí y al frente la más temida cárcel que jamás se haya visto. Está rodeada por más de 10 torres cargadas con militares armados que custodian la zona. Los muros externos de la prisión son alambrados y bloquean la vista de cualquiera que intente ver el paisaje montañoso desde adentro. Toda la infraestructura es de concreto y metal, simulando un búnker. Sus celdas, la mayoría tienen una longitud de dos metros de ancho por tres de largo, son de concreto -hormigón- al igual que la cama y algunos objetos. Sus paredes son tan gruesas que impiden el contacto entre los prisioneros, que pasan hasta 23 horas diarias sin salir del lugar, y cada rincón es monitoreado por un sistema de cámaras que vigila cada paso o movimiento de los presos. Las puertas de las celdas son de un grueso metal blindado. Nadie se ha escapado de allí, jamás. Entré por un pasillo de rejas con cazadores vigilandome por cada torre y en la entrada me decomisaron las armas, le hicieron una reverencia a Deneb y nos dejaron entrar. Pasamos cada puerta y protocolo, recorrimos varios pasillos en una oscuridad casi absoluta hasta llegar a la puerta de una habitación, nos detuvimos allí.

Encuentros #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora