Había pasado más o menos una hora desde que Derek se había ido, ya todo estaba listo, estábamos organizando los últimos detalles para irnos. Teníamos más o menos una hora para ir y volver, antes de que mis hermanas llegarán al lugar y se dieran cuenta, me miré al espejo traía una coleta de caballo alta, unos leggins negros, una blusa de campesina del mismo color, una gabandina roja y una botines hasta mis tobillos. Escondí un arma extra, como siempre dentro de ellos, ladee la cabeza al verme en el cristal, algo me faltaba que no me había percatado de que no lo tenía. Toque mi cuello sintiéndolo vacío, el collar, el guarda pelo que me había dado mi padre en mi cumpleaños, ya no lo tenía. Me acerque al tocador y busque en los joyeros que tenía ahí, para aguardar mis collares pero no estaba. Abrí el cajón de abajo, revolví con mis manos pero no estaba en ningún lado, ahora no tenía tiempo pero cuando volviera lo buscaría de inmediato, solté un suspiro, ¿Dónde lo habré podido dejar? Me pregunté. Me di la vuelta camine hasta la puerta de mi habitación y la abrí, salí al corredor y camine haciendo resonar en el suelo mis zapatos de medio tacón. Afuera llovía, podía escuchar el sonido de las gotas caer en toda la casa. Bajé las escaleras y en ese instante, antes de tocar el último escalón un horrible dolor de cabeza me invadió, haciéndome marear y por un instante perder mi equilibrio, cerré los ojos con fuerza ante el repentino dolor "Isis" apoye mi cuerpo contra la pared y me sostuve con las pocas fuerzas que tenía. Presioné mi sien con una de mis manos y trate de no perder la compostura, "Isis" solté un gemido, mientas podía sentir algunas lágrimas deslizarse por mis mejillas. Me deslice por la pared y me senté en uno de los escalones, me sostuve la cabeza con ambas manos haciendo mucha más precio de lo que, en realidad, se permitía. Poco a poco el mareo fue pasando, pero dolor aún seguía allí, fue como si... como si alguien me hubiera dado con un bate de béisbol. Solté otro gemido, más calmada. Mi respiración se había hecho muy pesada y el pecho me dolía grandemente, me seque las lágrimas que había derramado. Tenía que seguir con la misión, esa la primera pista y no podía dejarla ir.
-Señorita Ana- me llamo Rose, trague saliva, y levanté mi vista. Ella estaba frente a mí, mirándome con preocupación- ¿Se encuentra bien?- preguntó, mientras se ponía en cuclillas para estar en mi altura.
-S... Si- asentí frenéticamente, como si yo quisiera convencerme de eso- Yo... Yo perdí el equilibrio por un instante. No... No es nada, en serio- me puse de pie, temiendo que mis pies fallarán, sonreí- ¿Dónde están Dominick y Carson?- pregunté cambiando de tema.
-La están esperando afuera, ¿Usted está segura que está bien?- me volvió a preguntar y yo volví a asentir, más calmada, por supuesto. Empecé a caminar hasta la cocina para salir al patio trasero, pero luego recordé lo que le iba a preguntar a Rose.
-Oye. Rose, ¿Recuerdas el día que me trajeron aquí?- pregunté.
-Claro que sí. Nunca había visto a Derek tan preocupado en mi vida, la tuvieron que operar ahí en esa mesa- dijo señalando el comedor, trague saliva (creo que no hacía falta detalles).
-Ese día en la ropa que tiraste a la basura, ¿por casualidad no se te fue un guarda pelo?- ella se quedó pensando, luego negó- es que... Me lo dió mi padre en mi cumpleaños, adentro estaban una foto mía con mi madre y la otra con mis hermanos. Ese collar significa mucho para mí. ¿Podrías preguntarle a Derek cuándo vuelva?- ella asintió, le agradecí con una sonrisa y volví a caminar. Salí al patio y allí, efectivamente me estaba esperando los hermanos de Derek. Dominick, sonriendo como siempre, traía unos pantalones de mezclilla negros, una zapatos negro perfectamente bien pulidos, una camisa blanca. Él siempre ha sido muy elegante, parece que fuera a alguna fiesta de farándula. Carson, por otro lado, su forma de vestir se asemejaba más a Derek, el traía unos simples jeans negros gastados, un buso blanco y una chaqueta de cuero negra- Hola- saludé al llevar a ellos.
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Encuentros #3
Vampir-Aquellos que hemos sido víctimas de una injusticia, sólo nos quedan dos opciones para sentirnos satisfechos, la venganza, o el perdón absoluto y yo no pienso optar por la segunda. -¿Ni aún sabiendo que eres la mano izquierda de Dios?- preguntó Den...