-Megan- La llamé, cuando la ví bajando con su maleta- ¿Dónde está Anais?- Le pregunté.
-Arriba- Contestó con su voz tierna- Está trayendo su maleta- Miré mi reloj de mano.
-Se nos hace tarde- Agregué- Dile a Carson que meta tu maleta al auto, voy por Ana- Ella asintió.
Hoy había sido un día perfecto, después de años de dificultades, obstáculos, peleas y conflictos ahora éramos esposo y esposa. Por un momento llegué a dudarlo, al principio le había dado tantas vueltas al matrimonio que por un instante, dude que se casará conmigo. Al verla caminar al altar, con ese hermoso vestido de novia, con esa sonrisa gigante y con su hermano de brazo supe que no había dudas en ella. La felicidad de saber que está embarazada y que en su vientre estaba procreando vida, no se podía comprar con nada en el mundo. Yo, he tenido una larga y extenuante vida y por muchos años me comporte como un hombre que no quería vivir, pero tampoco tenía el valor de suicidarme. Mi historia con Asmodeo, mi larga lista de muertos, mi innombrable sufrimiento por la maldición y el gran dolor de mis sombras. Todo fue recompensado, por primera vez en mi existencia. Sabía que todos estaban más que felices por esto, por la unión entre Ana y yo. Margared siempre supo que ella era la indicada y siempre me insistió para que la buscará, ella me centro en muchas ocasiones y recibí un sinfín de consejos respecto a mi comportamiento, ahora, se lo agradecía infinitamente. Aunque había algo que me afligía y no me dejaba tener una felicidad completa. La muerte de mi amada Roxana. Recuerdo que hace 60 años la encontré abandonada en una estación de tren en Amsterdam, ella solo tenía 7 años y me la lleve, la crié como mi hija, cuando llegó a la adolescencia sus sentimientos cambiaron, fuí su único amor y cuando se volvió madura, me amo como un hijo. Le di muchas oportunidades para que se fuera, dejándole en claro que jamás la abandonaría. Yo quería que tuviera descendencia, que amará a un hombre y envejeciera con él, pero no, ella jamás se fue, se quedó con nosotros leal hasta su muerte. Jamás la convertí en vampiro a pasar de que me lo pidió en muchas ocasiones y cuando empecé a verla envejecer me sentí tentado hacerlo, pero no lo hice. No iba a condenar a alguien que amaba incondicionalmente a un infierno en vida. Subí los escalones, aún habían muchos invitados, personas que no eran de mi agrado, pero por educación y protocolo real, debía invitar. Louis no pudo venir, pero si envío a su circo completo. Fui a la habitación y Ana no estaba, aunque su maleta si estaba lista, la tomé, baje con ella hasta el vestíbulo. ¿Dónde estaba?. Ya casi era hora de irnos, aunque de por sí, íbamos a llegar un poco más tarde de lo que tenía premeditado, iríamos a una de mis propiedades fuera del país, en una cabaña en el bosque de Epping Essex Inglaterra, con una lago enorme, allí pasaríamos su embarazo. A través de los cristales de la puerta de entrada la vi afuera, fruncí el ceño y fui hasta allí. Estaba de espaldas mirando hacia afuera. Lucia un poco extraña, se había cambiado de ropa
-Es hora de irnos, cariño- Le dije- Se nos hace tarde.
-Claro que si, mi amor- Contestó dándose la vuelta, di un paso atrás.
-Renata- Ella sonrió con malicia- ¿Dónde está Anais?.
-¿La señora Cranwell?- Preguntó- No llevan ni 8 horas casados y ya la perdiste de vista.
-Renata, no me hagas...
-¿Hacer qué?- Preguntó soltando una carcajada- Sin tus sombras no eres nadie, Derek- Abrí la boca con sorpresa- ¿Crees que no sé del trato que hiciste con Mammón para que te devolvieran la vida? ¿Qué pensaría la corte y tus enemigos al darse cuenta de que ya no eres el tan temido príncipe de la oscuridad?- Y antes de poder responder ella despareció de mi vista, le di una patada a una piedra de la frustración y entre hecho una furia. En el vestíbulo estaban los hermanos de Anais, mis padres y mis hermanos hablando. La gran mayoría de la gente ya de había ido.
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Encuentros #3
Vampire-Aquellos que hemos sido víctimas de una injusticia, sólo nos quedan dos opciones para sentirnos satisfechos, la venganza, o el perdón absoluto y yo no pienso optar por la segunda. -¿Ni aún sabiendo que eres la mano izquierda de Dios?- preguntó Den...